El Che y Fidel: héroes y villanos | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Octubre de 2017

Se conmemoran los 50 años de la ejecución a mansalva del Che Guevara, cautivo de los militares de Bolivia, país al que llega clandestinamente. Con sus delirios y las Sonatas de Valle Inclán en la mochila pretende hacer la revolución en las cumbres andinas y provocar otro Vietnam. Entra a figurar en la mitología mundial de la revolución cubana de exportación. La izquierda exalta al famoso revolucionario como uno de los grandes héroes del siglo XX, unos pocos lo vituperan.

El Che, lo mismo que Fidel Castro y su hermano Raúl, no libra grandes batallas en Cuba, puesto que no las hubo. Salieron de Méjico, cuando abordaron la embarcación que los lleva hasta las playas cubanas y entran de manera furtiva al país, que bajo la dominación del antiguo sargento Fulgencio Batista, se hundía en las aguas negras de la corrupción.

El joven Fidel salta a la fama por el audaz y fracasado ataque al Cuartel Moncada, como por su elocuente defensa, de las pocas veces que ejerció su profesión de abogado, cuando al ser capturado lo juzgan. En su desafiante discurso se reafirma en el credo subversivo; sabe que lo van a condenar y es cuando sostiene de cara al pueblo y el futuro: “la historia me absolverá”. Allí nace la leyenda revolucionaria. Sin embargo, en la realidad sustituirá el despotismo batistiano por el suyo.

El mito del comandante revolucionario Fidel Castro permite después que por contagio brote el romántico mito del Che Guevara, la pareja de revolucionarios, los héroes y villanos, que por medio de las armas derrotan a los militares y esbirros de la dictadura. El Che es un joven argentino, médico asmático, de tinte trotskista, que, como su jefe y camarada aprovecha los errores del enemigo, juega al gato y el ratón con los esbirros de Batista.

Las desmoralizadas tropas oficiales y los mal armados milicianos de Fidel, evitan en lo posible la confrontación. Cuando Fidel se entera de la desmoralización en La Habana de los soldados y cancerberos del régimen, debe cruzar la provincia de Camagüey para llegar a la capital. Las tropas del gobierno tienen más hombres y capacidad de fuego que su milicia, pero el comandante a cargo, el coronel Dueñas, está sumido en la codicia y los negocios turbios. Fidel lo soborna con una abultada bolsa de dólares. El comandante Fidel Castro, que se asciende así mismo, llega a La Habana de jefe combatiente y barbudo, hace gala de un escapulario, es el jefe guerrillero de montoneras, idealista y cristiano, puesto que había sido educado por los Jesuitas.

Por entonces, es poco lo que se sabe de su compañero de lucha el comandante Che Guevara, segundo a bordo, si bien trasciende que en San Carlos, donde está al mando, da muestras de paranoia y ejecuta a unas 200 personas. Ambos, leen a Marx, portan armas, fuman costosos tabacos cubanos. Las admiradoras los persiguen con ardor, practican el amor libre. Fidel, pronuncia discursos de horas, en tanto el Che es menos locuaz y más fotogénico, encarna la imagen de la revolución. Solía decir que “lucho en procura de una sociedad más justa, sin explotados ni explotadores” sin llegar a explicar cómo vencería el atraso y haría de Cuba el Paraíso socialista. Es evidente que los dos grandes camaradas de la revolución padecen de egolatría y no caben en las mismas botas revolucionarias, ni es dable el gobierno bicéfalo. El Che se ocupa de la economía, después combate en África y solivianta a la negritud, hace historia. Fidel, se recrea en las jornadas del terror, encarcela, despoja y lleva al paredón a “los gusanos al servicio del imperialismo.”

Procedimiento letal que extiende a varios de sus compañeros revolucionarios, que podrían hacerle sombra. Una verdadera orgia de sangre se extiende por la isla. Exportan la revolución.

En 1961, el gobierno de John Kennedy, propicia la Asamblea de la OEA en Punta del Este. El delegado de Cuba es el Che, estrella perseguida por fotógrafos y periodistas. Estados Unidos y las democracias de la región están por expulsar a Cuba proclamada marxista y revolucionaria. El Che, elocuente, desafía el imperialismo en sus intervenciones, comenta que convertirá a Cuba en país desarrollado. Después de medio siglo de “revolución”, desaparecidos el Che y Fidel, Cuba está más atrasada que cuando los revolucionarios con el fusil capturan el poder. El mito de los dos grandes revolucionarios lo estimula la izquierda hirsuta, a contrapelo de la historia real, sin importar que cae la cortina de hierro, fracasa el marxismo en Cuba, ni que la aventura por exportar la revolución a Bolivia se frustra y corajudo y traicionado se inmola el Che.