Ingrid Betancourt es una mujer que en muchos aspectos me parece maravillosa. Sin embargo, con su accionar de la semana pasada frente a la Coalición de la Esperanza, creo que no sólo le ha hecho daño a esa alianza política sino a las mujeres que aspiran a ser parte de la discusión pública.
Hacer política para las mujeres es mucho más difícil que para los hombres, así lo han evidenciado múltiples investigaciones académicas y de organizaciones no gubernamentales. La estigmatización hace parte del día a día de nuestras vidas. Nos dicen hormonales, inestables, sensibles, sin cabeza fría y un montón de cosas más para descalificarnos ante una gestión gerencial. Por eso, lamentablemente, la actuación de Ingrid en los últimos días acentúa esa imagen que tanto han querido otorgarnos. Pero señores, tengo que decirles que esa pataleta, sus ultimátum y su forma de actuar no obedece a que sea mujer, como ya le he escuchado a varios.
Lo que sucedió con Betancourt es parte de la personalidad de aquellos seres que nacen con privilegios y su educación no les enseña que vivir en comunidad requiere ceder para lograr consensos. Hay un tipo de personalidad en ciertas familias colombianas de clases adineradas que se educan pensando que pueden hablar y pasar por encima de cualquiera para que se escuche lo que ellos quieren decir, porque creen que su punto de vista es el único válido. Incluso, impregnado de una superioridad moral que desconoce la realidad nacional y de vida todos aquellos que no tuvieron los beneficios que ellos sí desde la cuna.
La patada que le pegó al tablero la candidata presidencial a ese intento de unión que venían trabajando hace meses, llamado Coalición Verde Esperanza, es característica de una personalidad que no está acostumbrada a trabajar en equipo y entender que no todo tiene que ser como uno quiere.
Por lo anterior, admirando profundamente a Ingrid, vi con gran tristeza el espectáculo de la semana pasada, más que por el futuro del famoso centro, por el daño que le hace a la imagen de las mujeres en política. Pero eso es lo que logran aquellos seres narcisos, egocéntricos y malcriados que piensan que todo debe hacerse como ellos quieren.