En las pasadas elecciones, no pocos de los analistas políticos consideraban que dada la acumulación de poder de la izquierda, tanto en el gobierno nacional como en las grandes capitales, como por los recursos oficiales dilapidados en los últimos meses en la demagogia, la misma se impondría en el país. Incluso, cuando algunas encuestadoras informaban que tenían valiosas proyecciones que le daban el triunfo a la centroderecha, en particular a Galán en Bogotá, crecían las dudas sobre lo que pasaría. EL NUEVO SIGLO fue de los pocos diarios que desplegó días antes la noticia del eventual triunfo de Galán en la primera vuelta. También, la revista Semana y varios destacados comentaristas de distintos diarios manifestaron que vendría el voto castigo contra el gobierno. Pese a que asomaron las orejas numerosos y valiosos candidatos independientes, la polarización obstaculizó su desempeño, así tuviesen grandes simpatías entre el electorado. En Bogotá prevaleció la tendencia a sumarse al voto útil, en este caso a Galán.
Lo anterior significa que se está dando un despertar en el electorado colombiano, lo que demuestra que en ocasiones el pueblo supera a sus dirigentes e instintivamente vota por lo mejor que encuentra o cree encontrar en el mercado electoral. Significa, también, que en las grandes urbes la independencia del electorado es mayor que en las zonas de la periferia. Es así como las poderosas maquinarias políticas de izquierda en Bogotá, Medellín y Cali, que manejan grandes presupuestos, cuentan con poderosos contratistas y numerosa burocracia, no pudieron empujar al electorado a las urnas. Lo mismo que de nada sirvieron los discursos del gobernante aupando al pueblo con el odio de clases a salir a las calles e imponerse en las urnas. Los 11 millones de votos que Gustavo Petro sacó en las elecciones pasadas y al cual se sumaban los que eventualmente sacaría por la demagogia de su gestión, se fueron para otros sectores o la abstención, se trata de más de 8 millones de personas que se bajaron del carro de la revolución. Ellos habían votado por Petro en cuanto suponían que se cumpliría con la ley del péndulo, dado el desgaste de los partidos tradicionales, lo que algunos denominan el cambio por el cambio, sin medir las consecuencias.
Fuera de eso, los continuos escándalos en los que se han visto envueltos agentes del gobierno por el manejo de multimillonarias sumas en la campaña presidencial, las diversas metidas de pata de varios de sus principales agentes, así como el discurso oficial a seguir el modelo cubano en diversos campos, a sabiendas de lo mal que está ese país y la hambruna en que viven sus habitantes, le abrieron los ojos a muchos de los espontáneos que habían votado por la izquierda.
La prepotencia oficial de querer subir los impuestos a los más ricos y las empresas, como mantener los intereses al alza, al igual que la gasolina y los peajes a sabiendas que afecta el trasporte de carga, el privado y los taxistas, derivó en que se suscitara la suspicacia entre la población y que comenzarán a desconfiar de las palabras del gobernante, que contrastaban con sus decretos y ejecutorias. Un vendedor de papa me decía: “como se le ocurre al gobierno hacer una campaña contra los ricos y subirle en forma desmedida los impuestos, cuando se sabe que los ricos son los que más generan empleo y consumo. Los ricos son el paraguas de los pobres”.
Y lo que es peor, esa permanente campaña en contra de la explotación y venta de petróleo, ha sido fatal. Hasta los estudiantes de primer año de economía, con enterarse de las tensiones mundiales, de la guerra de Rusia y Ucrania, como de los combates en Gaza, saben que el crudo y sus derivados subirán. Precisamente, cuando en Colombia numerosas empresas y multinacionales se están yendo. Así que, los ingresos por cuenta del petróleo en vez de subir, en nuestro país estarán a la baja. Unos dicen que por las políticas ambientalistas extremas de Petro, otros sostienen que es un pretexto para seguir la misma ruta de Venezuela en el sentido de empobrecer más a la población. Cualquiera sea el motivo del gobernante para impulsar tan descabellada política petrolera, los colombianos que son los verdaderos dueños de los minerales estratégicos que posee el país, no le van a perdonar que impulse a la baja los ingresos estatales, mientras ahorca de impuestos directos e indirectos a todas las clases sociales.
Estos comentarios que hago sobre el malestar social, económico y político en Colombia son los que andan de boca en boca entre las gentes de la más diversa condición. Al gobierno le convendría moderarse y bajarse del carruaje de la revolución.