Se termina una semana agridulce para el fútbol colombiano. Después de la última fecha FIFA nos quedamos con tres puntos y con la clasificación para Qatar 2022 algo enredada. Pero más triste que la decepción futbolera fue la de presenciar nuevamente la doble moral de las autoridades de turno, sin que tuviera mayor repercusión en la opinión pública.
Durante las dos fechas en que la selección Colombia jugó en el Metropolitano de Barranquilla, especialmente el domingo que enfrentó a Brasil, donde el estadio estuvo a reventar. El distanciamiento social, el uso del tapabocas y la bioseguridad no fueron la norma. Sorprendió que el ministro de salud no saliera con el tono de alarma al que ya estamos acostumbrados en época de pandemia a decir que el contagio se iba a disparar y que quienes estaban a cargo del evento serían responsables de las muertes que generaría. No se dio un pronunciamiento como los que vimos cuando miles de colombianos salieron a protestar en contra del gobierno y sus políticas. En ese momento, seguramente con gran razón, el ejecutivo alarmó constantemente sobre las manifestaciones en medio de la pandemia. Argumentaban desde el ministerio de salud que era una irresponsabilidad promover movilizaciones teniendo el coronavirus presente. Por eso la pregunta que queda es: ¿por qué con las manifestaciones si se preocupaban y con los partidos de fútbol no?
Son odiosas las comparaciones, pero como se supone los criterios utilizados por la autoridad de salud son técnicos y no políticos, es ineludible evidenciar el contraste. A quienes salieron a las calles durante el paro nacional se les señaló con el dedo acusador de ser promotores de la muerte por marchar en medio de la pandemia, mientras que sobre quienes saltaron con pitos, trompetas y sin tapabocas solo ha recaído un silencio sepulcral.
Es cierto que el nivel de vacunación para la época del paro nacional era mucho menor que el que se tiene actualmente en época de eliminatoria del mundial. Sin embargo, las medidas y alertas no deberían ser muy distintas, pues desde el ministerio de salud nos vienen anunciando un cuarto pico con bastante énfasis.
El anterior, a pesar de lo prominente, no es el único caso que se ha podido observar recientemente sobre el doble rasero del gobierno. Varios connacionales en el exterior me han escrito para decirme que les ha parecido muy bien la posición firme del ministerio de relaciones exteriores frente a la defensa de los colombianos mercenarios en Haití, pero que sería bueno que esa actitud fuera generalizada para apoyar a todos aquellos que se encuentran en problemas fuera de Colombia. Tal es el caso de un profesor que desde hace más de cincuenta días está en un hospital de China porque constantemente sale positivo en las pruebas covid -19 y la cancillería no se ha dado por enterada.
Este tipo de situaciones a pesar de esperadas por ser habituales, no sólo de este sino de todos los gobiernos, no dejan de decepcionar. Es la razón por la cual la comunicación deja de ser efectiva frente a situaciones tan delicadas como la pandemia. Siempre hemos escuchado a los presidentes quejarse y decir que el problema es de comunicaciones frente a su gobierno y políticas, cuando realmente el problema es de falta de coherencia y doble rasero. Cuando los anuncios se hacen dependiendo de la conveniencia política y no del bienestar general, la ciudadanía deja de creer. Ese es el problema de esa actitud que tal vez parece menor, pero que deja mella y deteriora la credibilidad y la institucionalidad. Por eso, la semana qué pasó nos deja una doble decepción: la futbolera y reconocer, una vez más, que coherencia no hay.