Me parece muy interesante escuchar, digámoslo así para que suene elegante, la jerarquía de valores que se revela en las opiniones sobre lo que se debe reactivar primero en tiempos de cuarentena. La vida económica, dicen los comerciantes, los banqueros, el ministro de hacienda. También los tenderos, los vendedores ambulantes, me imagino que los contrabandistas y los piratas, de la actividad que se quiera. Necesitamos, vociferan, que suene la caja registradora. Estamos de acuerdo. Y, dice una senadora, la religión no, porque eso no le aporta nada a la economía. Lo mismo tendríamos que decir del Congreso, y de las Cortes y de toda esa burocracia que no hace sino engordar con nuestros impuestos. Y las fuerzas militares y de policía tampoco le aportan nada a la economía. Y, en general, la economía en Colombia no les aporta mucho a millones de personas.
Pero la pregunta es qué es lo importante ahora. Y siempre. Nadie sensato discutirá que se requiere poder trabajar para tener con qué vivir. Pero, no solo de pan vive el hombre, se oyó decir en una conversación que no fue grabada por la fiscalía, sino por el Espíritu Santo, entre don Sata y el Señor Jesús. Y a medida que se alarga la estadía en nuestras casas, sí que se siente eso. No basta el pan. La mente de muchas personas está flaqueando, casi hasta la locura. El ánimo de otros tantos está bajando como la popularidad de un presidente o de una alcaldesa. Los nervios de más de uno están de punta, como debería estar la curva del contagio por Covid 19. La fe -ahora sí la religión, señora senadora- está llena de dudas porque pareciera que Dios está en otro cuento. Entonces, vistas las cosas de esta manera, lo más importante no es solo tener pan sobre la mesa. Hay necesidad de atender, no solo el estómago, sino la mente, el espíritu, el alma, el corazón que ama. Todo esto es importante, aunque no se pueda vender ni comprar, medir o pesar.
Las religiones serias, en su ejercicio cultual, les hacen un bien muy grande a las personas. La reunión dominical, por hablar en términos cristianos, tiene un carácter profundamente humano y divino. Primero, porque es encuentro y esto es lo que hoy en día le está haciendo enorme falta a muchas personas. Segundo, porque se escuchan palabras, divinas y humanas, de carácter constructivo y orientador. Y esto hace gran contraste con el discurso destructivo de la vida pública colombiana. Tercero, porque allí hay silencio para reflexionar, orar, adorar, hacer introspección. Y, no se nos olvide, porque cada reunión religiosa comunica bendición, presencia de Dios. Solo los ciegos del alma son incapaces de ver y entender esto. Pero no dejemos a nadie por fuera: las instituciones religiosas en Colombia dan miles de empleos y los conservarán si las dejan seguir funcionando. Quizás su funcionamiento en tiempos actuales venga a ser mucho, pero mucho más importante que otros sectores que se sienten imprescindibles.
Otro tema: que se abra la discusión sobre cuál será el criterio para atender los enfermos por Covid- 19 cuando no haya respiradores suficientes.