No habrá transición pacífica del poder en Estados Unidos. Donald Trump ha dicho una y otra vez en su cuenta de Twitter que no va a conceder a triunfo de Joe Biden. Promoviendo manifestaciones de sus seguidores en las calles ha dejado claro que ni él, ni sus setenta millones de votantes están dispuestos a ceder. ¿Llevará esto a una guerra civil? Es la pregunta que esta situación plantea. Tristemente, después de ser testigo del discurso y de las formas de miles de seguidores de Trump que llegaron a las calles Washington, me atrevería a decir que si.
Camisetas que hacen alusión a las armas, arengas que acusan a los demócratas de quererles quitar sus AK-47 y la negativa de aceptar que perdieron una elección, se sienten en el ambiente como el caldo de cultivo de una ciudadanía que está dispuesta a entrar en combate para lograr su objetivo. Escuadrones de los Proud Boys, un grupo de extrema derecha, neofascistas y supremacistas blancos, caminando como un ejercito paramilitar por las avenidas sin aparente miedo a disparar en cualquier momento, refuerzan esa teoría.
En contraposición, hay una ciudadanía ilusionada con el cambio de gobierno y dispuesta a defenderlo. Un grupo de afroamericanos con estética muy parecida a los Black Panthers de los 60, una organización armada que buscaba proteger a la comunidad afroamericana de la violencia policial, también salió a manifestarse. Por ello, la noche del sábado no estuvo exenta de enfrentamientos menores entre las partes, vaticinio de lo que se viene.
El choque entre dos visiones de país, con el incentivo de una furia reprimida, es una bomba de tiempo para la que creíamos el estandarte de la democracia. Quedan sesenta y cuatro días hasta la toma de posesión de Biden. Una eternidad considerando el nivel de crispación. Seguramente el 20 de enero habrá certidumbre frente al cambio de gobierno. Pero la semilla sembrada por Trump de un fraude electoral, será la gasolina del discurso extremista que utilizará los próximos cuatro años para seguir desestabilizando la democracia.
Si bien los demócratas llegarán a gobernar, Estados Unidos ya abrió la puerta del populismo. No serán tiempos mejores los que se vengan. La estrategia será azuzar a una ciudadanía fanatizada que no tiene nada que perder y que encontró en Trump un vocero de sus inconformidades en un lenguaje que entienden y les apasiona. Por eso, el reto es mayor. Hay mucho por reflexionar, es importante saber cómo se llegó hasta aquí. El fenómeno Trump no es la causa, es la consecuencia de una ciudadanía olvidada que no vio los beneficios del progreso que otros vemos. Si no se logra una respuesta y se edifican pactos para subsanar las causas de esta crisis, el fantasma de una guerra civil es latente.
Seguramente no será una guerra civil como las de antes, con batallones de infantería luchando cara a cara. Lo que veremos son revueltas urbanas, marchas armadas al estilo de lo que sucedió en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017. Ataques terroristas y sobretodo mucha desinformación que pondrá en jaque al sistema. Seremos testigos de tiempos convulsos que sacarán a la luz décadas de tensión social.