Gerard Piqué tiene razón. Florentino Pérez tiene razón. Los popes de la FIFA tienen razón. El fútbol, la industria y el deporte, tienen que cambiar. Y tienen que cambiar para sobrevivir. Tienen que cambiar para poder llegar a la pantalla de los celulares de los nuevos dispositivos.
El jugador retirado Gerard Piqué hizo un descarnado, pero preciso análisis de lo que está pasando con el espectáculo del fútbol. Los niños no resisten un partido en vivo de 90 minutos. No lo pueden ver porque simplemente se dispersan o agarran su teléfono para ver nuevos videos en Tiktok.
Actualmente, no es un problema tan complejo porque el público que está consumiendo y pagando por ver fútbol son los famosos y nunca bien ponderados millenials. Los treintones y cuarentones que crecieron viendo la Premier League por televisión por cable son los mismos que pagan suscripciones a plataformas de streaming y ocasionalmente boletas para ir al estadio y consumir el producto fútbol.
Pero el mediano y el largo plazo se ve muy retador para la industria del fútbol. Y existen varias razones para esto. Empecemos por el juego, específicamente por las reglas del juego. Los tiempos de 90 minutos que ya van en 100 minutos donde realmente se juegan entre 40 y 50 minutos con varios tiempos muertos comienza a ser aburrido para las nuevas audiencias. Ni hablemos de lo complejo que es entender el fuera de lugar y cómo y cuándo entra en funcionamiento el horrible VAR.
El otro tema del fútbol, este sí como industria, tiene que ver con la distribución del producto. Actualmente vemos fútbol por televisión abierta (Selección), televisión por cable (fútbol local) y plataformas de streaming (fútbol internacional). Los aficionados deben tener una cuenta de streaming, pagarle a un operador y acaso hasta tecnología TDT. La fragmentación hace que el usuario se aburra.
El tema de ver los partidos es el problema central que tiene la industria del fútbol actualmente. Porque sí, todavía las mayorías prefieren la tradición del televisor para ver el partido. Pero poco a poco estamos llegando a la era del fútbol por el celular con una red móvil. Y ahí todavía flaquea el producto por la conectividad y por las restricciones en cuanto a los derechos de transmisión.
Tengo la tesis de que el fútbol se está convirtiendo en un deporte de nicho. Cada vez menos usuarios consumen contenidos de fútbol. Al menos en lo que se refiere al fútbol de clubes. Las cifras están ahí. Los ratings de cada domingo están bajando -peor con el modelo de pague por ver que se impone en nuestras latitudes–. Ni hablar de la cantidad de gente que va al estadio: los mismos 7.000 de siempre.
Actualmente, la industria del fútbol se está financiando con las casas de apuesta digitales (tema complejo y negativo si los hay), por los derechos de transmisión que cada vez están pegando menos y más fragmentado y por los famosos petrodólares vía caprichos de jeques. El tema es que las tres formas de financiación son finitas y, si somos estrictos, muy poco éticas.
Así que, si el fútbol no comienza a considerar cambios profundos, cambios estructurales en sus reglas, en su difusión y sobre todo en sus formas de financiación, atado siempre a las nuevas tendencias tecnológicas, está condenado a dejar de ser una industria/deporte masivo.