La semana que termina ha puesto de presente la distancia sideral que separa las posiciones e intereses de los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. Una vez más ha quedado en evidencia que ellos, en sus relaciones políticas y personales, son como el agua y el aceite, si el uno dice blanco el otro dice negro y viceversa.
El último episodio que les ha servido de campo de batalla ha sido el tema de la Justica Especial para la Paz. Mientras Santos ha venido acompañando el proceso -por convicción o por apariencias- y está decidido a que se consolide, su contradictor -todos los días- se empeña en poner peros y no oculta su propósito para que ese compromiso con la paz se haga trizas.
La Corte Constitucional, por su parte, le ha dado luz verde en relación con nuestra Carta Magna. Pero Uribe (perdón, Duque) no ha hecho otra cosa que ponerle objeciones -según ellos- por “inconveniencia”. Desde luego ya van varios años de desencuentros. Infortunadamente quienes pagamos las consecuencias somos nosotros los pobres mortales y la institucionalidad del país.
Los partidos tradicionales se han mantenido un poco indiferentes, si bien lo que queda del Liberalismo, la mitad de Cambio Radical y unos pocos Conservadores, han cerrado filas con el ex presidente Gaviria y de contera con él al expresidente Santos.
Como si todo esto fuera poco nuestro orden público se ha visto seriamente comprometido con una serie de desmanes en varias regiones del país, siendo los más importantes los ocurridos en el Cauca, en donde, un puñado de indígenas tienen bloqueada la vía Panamericana, causando grandes pérdidas por desabastecimiento y asistencia médica.
En forma por demás altanera, los revoltosos han exigido la presencia del propio presidente Duque para acordar el levantamiento insurgente. Desde luego este mensaje no podrá ser atendido sin que peligre la propia sobrevivencia de nuestros valores democráticos. La sincronización y oportunidad de los actos terroristas está demostrando una planificación diabólicamente preparada.
Una fehaciente prueba no solo de la polarización sino de la devaluación de nuestros valores se nos está presentando con la negativa para aprobar el Plan Nacional de Desarrollo. Las fuerzas opositoras no han demostrado ningún interés por involucrarse con las metas de dicho plan. El mandatario ha amenazado con aprobarlo por decreto, pero cuando en el pasado otros gobiernos lo hicieron, nada bueno pudieron lograr.
El propio ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, ha advertido que el gobierno no se dejará chantajear. Pero la verdad es que este alto funcionario no tiene verdaderas fortalezas para librar esta batalla ya que quedo bastante mal trecho con sus aventuras de los famosos bonos de agua.
Adenda: Buen comienzo para nuestra querida selección colombiana de fútbol. Ganarle al Japón, aunque sea por la mínima diferencia, pero en su propio campo no fue una tarea fácil pero si muy meritoria. Nuevas figuras comienzan a brillar, como la del arquero Vargas, que se supo consagrar entre los palos.