Los antivalores están tomando un auge inusitado en la sociedad mundial. Nuestro país y el continente americano podría decirse que se colocan en la vanguardia de esta brutal ofensiva, debido a la expansión del narcotráfico con todas sus aristas. El delito está inmerso en las calles de las capitales, de ciudades intermedias, pequeños pueblos y zonas rurales. Sus mayores oficinas son las cárceles y principales aliados las autoridades mismas. El móvil operativo es el crimen, secuestro, robo, extorsión, terrorismo y todo lo ilícito. Los delincuentes tienen mucho dinero, armas y poder.
Los gobiernos no han podido con ellos, al punto que algunos han decidido aliarse bajo oscuros procesos de paz, caso Colombia y Venezuela: el primero con todos los grupos ilegales como las Farc, Eln, las disidencias, el clan del golfo, las autodefensas gaitanistas, otros como los caparros, los panchecas, pelusos, rastrojos y cuantos más de gran calibre que podrían pasar de 90 grupos criminales de extrema peligrosidad, sumado a ellos otros cientos de menor calado que buscan crecimiento y reconocimiento.
En Venezuela y con desplazamiento transnacional están: el Ejército de Liberación Nacional (Eln), las fuerzas bolivarianas de liberación, el Tren de Aragua, el Tren de Guyana, el Clan R y algunos más, así mismo en Perú, Bolivia, Chile, Brasil y en Mexico los más poderosos carteles de narcotraficantes extendidos por todo el mundo; de igual manera en Centroamérica las maras que tuvieron origen en El Salvador como la Salvatrucha, Latin King o los Trinitarios, poderosas organizaciones del crimen que se extendieron por todo el continente Centroamericano y pasaron a los Estados Unidos.
De otra parte, los mismos Estados Unidos históricamente han existido poderosas bandas mafiosas de origen italiano y siciliano que vienen desde Al Capone, Albert Anastasia, Joe Bonano, etc. Así como la Cosa Nostra, la Ndragueta, la Camorra y otras tantas que tanto daño han hecho en ese país y muchos otros. Pero ni que decir de las mafias rusas como la llamada Mafia Roja o la tenebrosa Yakusa japonesa, sumándose las Triadas de la China que traspasan fronteras extendiéndose en el continente asiático.
Sería interminable continuar con esta lista, pues lo que quiero significar en este artículo es el enorme poderío del mal que se extiende como cual virus en la humanidad. La proliferación de los grupos violentos y tribus urbanas alimentan el mal, pero si se les agrega otras grandes organizaciones terroristas como Hezbolla o Al Qaeda, la lista se nutre.
Lo más significativo de este imperio del mal es que existen y que muchos de ellos son alimentados por ideologías bien sean de extrema derecha o izquierda, por motivos políticos, religiosos, culturales o simplemente por dinero. Pero lo cierto es que son millones de activistas en el mundo que hacen parte de estas organizaciones que crecen a diario y lo paradójico es que algunos gobiernos los aceptan y promueven abiertamente como es el caso de Rusia con Wagner, Venezuela con los colectivos chavistas, Colombia con la Primera Línea y bueno otros gobiernos más.
Nuestra sociedad a nivel mundial padece de este fenómeno de antivalores y no se advierte un fin del imperio del delito.