El Consenso de Washington (1989) surgió como agenda de reformas de política económica orientada a reactivar el crecimiento económico en los países de América Latina. Y se instituyó sobre tres dogmas: 1. Reducir al máximo el papel del Estado que actúa más como facilitador del sector privado e interviene para corregir fallas de mercado; 2. Apertura económica para atraer inversión extranjera; 3. La distribución se logra mediante el efecto de derrame de la riqueza alcanzada por los prósperos empresarios. Pronto se generalizó en el mundo y en su esencia se mantiene hasta hoy.
Lo de consenso se refiere a que un grupo de economistas, liderados por John Williamson, y representantes de instituciones económicas multilaterales estuvieron de acuerdo en que eso era lo que debía hacerse. En adelante todo crédito o programa de apoyo a los países incluía los ajustes estructurales por adoptar. Por lo menos dos generaciones de economistas y políticos -no solo ellos- se formaron en este credo. De múltiples formas y desde distintos sectores -incluida la puerta giratoria- estas élites han contribuido a difundirlo y a obtener los cuestionables resultados que en 2020 acabó por desnudar la pandemia del covid-19: aumento de la desigualdad, crisis climática y un sector privado y Estado con limitada capacidad de respuesta ante los urgentes desafíos económicos, sociales y ambientales.
Buscando alternativas, un panel independiente del G7 sobre resiliencia económica viene trabajando desde 2020. El pasado 13 de octubre publicó su informe final 'Resiliencia económica mundial: avanzar construyendo mejor’. Y se espera que a partir del mismo en la reunión del G-20 el próximo 30 y 31 de octubre se establezcan las bases para un nuevo acuerdo público-privado: el Consenso de Cornwall, el cual propondría un giro en el paradigma económico, buscando superar los dogmas del de Washington.
En este sentido, Mariana Mazzucato, reconocida economista integrante del panel, considera que “la revitalización del papel económico del Estado, nos permitiría dedicarnos a implementar metas sociales, crear solidaridad a escala internacional y reformar la gobernanza mundial en pos del bien común.” Así mismo, que la propuesta “exige una relación radicalmente distinta entre los sectores público y privado para crear una economía sostenible, equitativa y resiliente.” (El País-14/10/21).
Por supuesto que surgen preguntas y el camino no será fácil. Pero, la realidad es que se requieren cambios de fondo y distintas voces desde diferentes partes demandan un nuevo pacto social internacional. El poder neoliberal en la política, la economía y la universidad entre otras, ha sido hábil durante estas décadas para acallar otras visiones. Así, el pensamiento político fue reemplazado por el ideario económico del Consenso de Washington. Hoy ante un nuevo pacto es importante retomar su valor, fortaleciendo la democracia y los derechos humanos junto al revitalizado papel del Estado en la economía.
El país no pude quedarse atrás ni resistirse a los cambios. Ello genera retos a los partidos y candidatos frente al debate electoral del 2022. Pues no parece estar proponiéndose desde el centro y la derecha nada distinto a suavizar o profundizar las ideas del Consenso de Washington. Y la izquierda, a pesar de su persistencia en la necesidad de cambio, solo con algunas excepciones está introduciendo matizadas propuestas en redefinir el papel del Estado.
@Fer_GuzmanR