El rector de la Universidad de los Andes afirmaba hace un tiempo que estamos en una cultura o época más bien anti-intelectual. No hay disposición ni deseos de conocer los grandes discursos elaborados juiciosamente por pensadores, filósofos, científicos, teólogos. Estamos, incluso en temas fundamentales de la vida, al vaivén de opiniones sin fundamento, masas vociferantes, redes casi que demoniacas, pero no hay espacio para quienes están elaborando pensamiento de verdad. Uno de los lugares donde esa tarea se hace a diario es el Vaticano, la Santa Sede. Y es un servicio a la humanidad que, por lo demás, hoy está más despistada que nunca y muy dominada por un pensamiento más bien nihilista, que no da sentido y que sí derrumba todo, para tristeza de hombres y mujeres de todas las latitudes.
La sede romana realiza un trabajo permanente de reflexión, de escucha, de análisis, de escritura. Contrario a lo que algunos opinan, allí es un lugar de encuentro de mucha gente que está dedicada a esas tareas con absoluta libertad y responsabilidad. Esas personas son teólogos, obispos y sacerdotes, científicos, biblistas, filósofos, hombres y mujeres, dedicados a pensar el mundo y el ser humano desde la fe cristiana, desde la Biblia y desde el aporte de las ciencias y de las humanidades. Y producen al final documentos muy serios y profundos. Recientemente, por ejemplo, el papa Francisco ha publicado una nueva encíclica -Fratelli tutti- sobre temas sociales y la congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado una amplia reflexión sobre el cuidado de la vida por terminar -Samaritanus bonus- , por lo demás muy oportuno, en esta feria de la eutanasia que se está ofreciendo y practicando por todas partes. Y así se podrán citar muchos más documentos sobre los aspectos más esenciales de la fe y la vida, que quieren ayudar a que los seres humanos vivamos dignamente y de acuerdo con el proyecto de Dios para la creación y para nuestra salvación.
Hace algunos años un profesor de la Javeriana renunció porque sus alumnos y los de otros profesores no leían. Leer es mucho más que pasar páginas. Es entrar en la hondura del conocimiento, reflexionar sobre realidades complejas, mirar las cosas desde diversos ángulos, percatarse de los riesgos que rodean la existencia, etc. A no pocos de los críticos del pensamiento de la Iglesia se les nota a leguas que no han leído a fondo o ni siquiera se han asomado a lo que en ella se produce a nivel intelectual, teológico, científico. Solo se leen a sí mismos en sus prejuicios, casi todos decimonónicos. Pues sepan todos que, en la Iglesia, con el Vaticano a la cabeza, hay muchísima gente dedicada a pensar, a estudiar, a reflexionar. Y enorme sería el bien que se derivaría si los católicos y las personas de buena voluntad se tomaran el trabajo de acudir a esa fuente de pensamiento que mana en la comunidad creyente. Para quienes la vida tiene sentido, un deber ser, una misión y unas metas claras, las fuentes vaticanas le ofrecen una caja de herramientas muy útil para transitar por esta vida… y para llegar a la otra.