Con el paso de los días, Iván Duque ha ido apropiándose de su identidad presidencial y, con hechos concretos, va tomando distancia de la imagen creada por las caricaturas y ataques políticos. Está resultando una figura más cercana a la realidad, distinta de la estereotipada y simplista que lo reducía al tamaño que muestran los lentes distorsionados por las pasiones ideológicas
Basta repasar los planteamientos formulados durante la campaña sobre las relaciones con Venezuela, hace menos de un año, y observar hoy los alcances de la política internacional, que condujo a un consenso inimaginado sobre el riesgo para las democracias del mundo de seguir en connivencia cómplice con una dictadura.
Dijo entonces el candidato que iba a mostrar al mundo que había cabecillas del Eln protegidos en Venezuela, que no reconocería las elecciones promovidas por Maduro para perpetuarse en el poder, que retiraría a Colombia de Unasur y recurriría con otros jefes de estado de Latinoamérica, a la Corte Penal Internacional para hacer una denuncia formal contra Maduro. El itinerario se ha cumplido al pie de la letra, concitando un consenso internacional, sin antecedentes en la política exterior colombiana.
La claridad de Duque en campaña y ahora en la presidencia, acabó con la ambigüedad, limpió los lentes y enfocó los reflectores que dejaron al desnudo la realidad de una dictadura corrupta que viola los derechos humanos, permite el narcotráfico en su territorio y da refugio a grupos terroristas. De paso quedó en evidencia el doble juego del gobierno cubano.
Mientras Cuba restablece relaciones con el mundo capitalista y funge de aliado de la reconciliación, sostiene, tras bambalinas, el pulso político en Venezuela que ha tenido en jaque a la comunidad internacional y cada tanto perturba nuestra estabilidad política y territorial.
Algo va de la Venezuela “del nuevo mejor amigo”, al cual se le confiaba como “garante” en Cuba, información confidencial sobre nuestra seguridad nacional, que en un momento dado se le negó hasta a los parlamentarios colombianos que visitaron la isla, a la Venezuela que le dio refugio a quienes preparaban el más feroz ataque terrorista sufrido en los últimos tiempos por nuestro país.
En un mundo tan interconectado, donde la opinión pública lo ve todo, no cabe la ambigüedad en política internacional. O el gobierno cubano fue garante de buena fe en el proceso de paz o su relación con los autores del atentado, evidenciada post ataque terrorista y con el gobierno venezolano que protege a los actores armados que nos desestabilizan, lo inhabilita para fungir de diplomático pacifista con injerencia en Colombia.
El presidente Duque se ha ido empoderando, tiene conciencia de país, territorio y soberanía. Hay asuntos que nos pertenecen y donde no deben seguir metiendo mano gobiernos extranjeros con agenda propia. Esta nueva y decisiva etapa en el manejo de las relaciones exteriores será determinante en nuestro futuro como nación.
Siempre es saludable reconocer que las cosas son como son y no del color que tiene el cristal con que se miran.