“Hay que respetar la vida y la objeción de conciencia”
Complementando reflexiones de nuestro comentario anterior, motivado por la Resolución que se ha gestado en el Ministerio de Salud de Colombia, en la que “se reglamenta el procedimiento para ser efectivo el derecho a morir con dignidad de los niños, las niñas y adolescentes”, veo conveniente agregar otras reflexiones a las muy sólidas que ya se hicieron. Como primer nuevo aporte es de señalar cómo el Pontífice S. Juan Pablo II, apreciado como de los grandes de la historia, concluía sus paternas pero tajantes frases en contra de todo aquello que lleve a segar vidas humanas. Lo hacía con sentido lamento porque en legislaciones de muchos países se haya despenalizado, e inclusive dándoles legitimidad a prácticas contrarias a la vida (n.4), como las que se pretenden imponer en la mencionada Resolución de nuestro Ministerio de Salud.
El actual, y admirado Pontífice Francisco, ha escrito en su Encíclica “Laudato Sí” un himno a la creación visible, obra del Creador, pregonando la realidad de su existencia con un mentís a la locura de que todo ello ha sido fruto del acaso, con defensa de la “casa común”, la tierra, que Dios nos ha dado, y destacando que el ser primero en ella, que merece todo cuidado y respeto en su vida, es el humano. Como fundamento de normas constitucionales, como el Art. 11 de las de Colombia, que señala el derecho a la vida como el primero de los derechos del hombre, de plano rechaza la sorprendente contradicción en que cae legisladores y encargados de interpretar la Carta Magna, al negar en la práctica ese derecho al autorizar algo que va contra él, y que está en esa irracional corriente de querer sacar al Creador del medio, y dejar todo, aún la decisión sobre la vida, al endiosado ser humano. Define, el Papa, esa soberbia como “nefasto eclipse de Dios y del mismo hombre” (n.20).
Está llamado, el ser humano, no a ser dueño absoluto del don sagrado de la vida, y disponer de ella a su antojo, sino que el primer objetivo es su cultivo y respeto del plan del Creador, que lo coloca para “llevar adelante su obra”, comenzando por su propia realización y no para destrozarla. (Gen. 1,28). De allí que avance, el Papa, pidiendo respeto por el “absoluto carácter, inviolable de la vida” (n.57). Esto lo lleva a su firmísima defensa de ella “desde su situación embrionaria”, y con reclamo ante la eutanasia, o “suicidio asistido”, presentado como “muerte digna”. Se destaca el contraste de esa pretendida compasión con lo presentado por el cristianismo, que sí merece ese calificativo, cuando adquiere el valor infinito al unir los padecimientos a los del Redentor del mundo en la cruz (Col. 1,24).
Dentro de la comprensión y espíritu de misericordia cristianos, ya aludido inicialmente, es de advertir lo expresado por S. Pablo II, en su “Evangelio de la Vida”, sobre las “situaciones difíciles, e incluso dramáticas”, como el profundo sufrimiento en que se encuentran frecuentemente los humanos, que “ pueden atenuar, inclusive notablemente, la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de tales casos”, como las opciones desesperadas de atentar contra la vida, pero advierte que no las justifica ni se recomiendan, y, más bien, a renglón seguido, rechaza que sea legítimo tomar esa decisiones (n 18).
Algo que lamentar en la Resolución contra la vida de niños dolientes es el empeño de que se aplique por encima del derecho constitucional de la “objeción de conciencia”, al querer presionar y hasta penalizar a médicos o instituciones que no realicen esa pretendida “eutanasia”. Es éste nuevo e inamisible quebrantamiento de la Constitución y de la voluntad popular en contra de su pensar, y desoyendo sus reclamos. Que los actuales y nuevos gobernantes oigan estos clamores si queremos una Colombia en verdadera paz y armonía con la naturaleza y el Creador.
*Obispo Emérito de Garzón
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