Acaba de finalizar un mundial sometido a grandes cuestionamientos y debates sobre el proceso que llevó a la elección de su sede, las terribles condiciones de los trabajadores extranjeros encargados de la construcción de los estadios en los que se desarrolló, el trato dado a las mujeres en el mundo árabe; al tiempo que mientras el planeta entero celebra el triunfo del nuevo campeón y los organizadores pueden dar parte de victoria por los múltiples objetivos alcanzados, en Irán un jugador de fútbol fue condenado a muerte, junto con muchas otras personas, por participar de las protestas surgidas precisamente por el maltrato del que son objeto.
Sin duda el silencio de la FIFA y de muchos líderes presentes en el estadio sobre este hecho, que la humanidad entera debe reprochar, resonaba más que los gritos de los miles de espectadores congregados en el faraónico escenario. Ojalá de todo ello resulten lecciones aprendidas y motivos de reflexión.
Quedan también innumerables enseñanzas de esta gesta deportiva, que independientemente de los cuestionamientos, acaparó durante más de un mes la atención de buena parte del mundo, por lo que precisamente resulta interesante aludir a algunas de ellas, dado el eco que tiene en grandes multitudes y su incidencia en los más diversos ámbitos, desde la educación, pasando por la economía, la política, e incluso el derecho.
Compromisos contractuales fueron por ejemplo finalmente invocados por algunos equipos para abstenerse de hacer evidente su inconformidad por las violaciones de derechos o su apoyo a determinadas comunidades, mientras que, por contraste, los jugadores iraníes ponían en peligro su vida y la tranquilidad de sus familias con un simbólico silencio al momento de los himnos.
La calidad de juego, el coraje y la convicción demostrada por los jugadores de Marruecos los hizo merecedores de la admiración y el respeto de los demás jugadores, al tiempo que se convirtieron en símbolo y estandarte de toda una región y hasta en canal de viejas reivindicaciones identitarias y políticas.
Lo que para algunos representó el maltrato de un animal, o en todo caso la falta de sensibilidad con él, terminó en el imaginario colectivo cobrando factura a Brasil, que era uno de los equipos más opcionados para ganar el mundial.
Cristiano Ronaldo recibió lecciones de humildad por parte de su entrenador, así como de los resultados mismos en el campo de juego. Despreciar, descalificar al otro, resultaron actitudes fatales para muchos equipos que vieron desvanecer ilusiones basadas en sobredimensionadas imágenes de sí mismos no contrastadas con la realidad.
Resulta particularmente rescatable, más allá de la alegría del pueblo argentino y de su gente que celebra con legítimo orgullo la victoria de su selección, la actitud de Lionel Scaloni, el joven entrenador, quien eludiendo los ataques y sin entrar en controversias agradeció ante todo a sus padres la guía que marcó en su alma la idea de respetar siempre al otro y de seguir adelante. Por supuesto la figura de Messi convertido en ídolo, quien muestra permanentemente la importancia para él de sus hijos y de su familia, y que trata de expresar valores y mensajes positivos; imagen que pueda ser que se mantenga y que no se vaya a ver trastornada por los efectos del cuasi endiosamiento que ahora se genera en Argentina alrededor de su figura. Ojalá sepa enfrentar con éxito también los peligros del olimpo y continúe como referente positivo de los miles de niños y jóvenes que portan con ilusión su camiseta y que celebran cada uno de sus logros.
@wzcsg