La nación colombiana se mueve hoy entre el malestar y el moderado optimismo, en medio de la nueva realidad política que implica tener más de 40 partidos políticos, los cuales a su vez están divididos en varios subgrupos. Los que votaron por el actual gobierno esperaban cambios positivos, que no afloran. Los habitantes de las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, desesperados con los gobiernos locales de izquierda, prefirieron darle la oportunidad a sectores moderados y centristas de la política. Los resultados de esos gobiernos locales de izquierda por lo general han sido un fiasco.
Una de las fórmulas para detectar la corrupción en el transporte es la de constatar que en otros países de la región donde también tienen corrupción, han conseguido, desde hace más de cien años y recientemente, construir metros en sus capitales, como lo hizo Argentina en Buenos Aires, a principios del siglo XX, Caracas y Lima o Quito, más recientemente. Entre nuestras ciudades Medellín, que tiende a estar a la vanguardia de los adelantos, hizo su metro. Y en el caso de Panamá, tienen metro y otros tipos de transporte moderno, mientras que el Chocó, que tiene un clima similar al de Panamá, faltan recursos para invertir en transporte como es debido, más cuando los tienen se despilfarran o van la bolsa rota de los corruptos.
En Bogotá no ha sido posible construir ese sistema de transporte masivo, ni siquiera ponerse de acuerdo sobre las metas a seguir y los escándalos sobre malos manejos han quedado en su mayoría en la impunidad. Ese es un termómetro de la corrupción y la impunidad, otras ciudades de la región con corrupción hicieron las obras y aquí apenas van a medias. En tanto, el crecimiento de la inseguridad en la ciudad determina que las gentes vean con alivio el aumento de la policía para intentar controlar la inseguridad, los robos, atracos y crimines. En algunos casos las multimillonarias finanzas de la ciudad se manejan a dedo y favoreciendo a los contratistas amigos, sin un verdadero control sobre los fondos citadinos.
El aumento de la policía es positivo, más es insuficiente. Es preciso que las comunidades locales se organicen, dado que ya no se enfrenta un hampa común y ocasional, sino bandas armadas que tienen tentáculos a nivel internacional. En especial, el desafío de los homicidios en Bogotá es doloroso, de seguir al ritmo que vamos nos convertiremos en la capital de crimen impune. El descuido de la administración anterior en materia de seguridad dejó avanzar los delitos y el crimen de manera alarmante. Bogotá se viene degradando, ya tiene el peor tráfico vehicular del globo, título que lo obtuvo la anterior alcaldesa.
Por supuesto, varios de los problemas de Bogotá son los mismos de otras ciudades colombianas, las que pueden verse en el espejo de lo que pasa en la capital para no cometer los mismos errores. Por fortuna, gracias al triunfo de Galán, se le puede dar un vuelco a la situación, más teniendo en cuenta que la Capital tiene un potencial turístico excepcional en la región. En las pasadas elecciones en Cali y Medellín, han llegado al gobierno elementos capaces que tienen un compromiso irrenunciable con los ciudadanos de mejorar el nivel de vida, de seguridad y las condiciones en las cuales se mueve la administración local y atiende a los ciudadanos y los problemas urbanos.
Una de las primeras cosas que deben atender estos alcaldes es simplificar los trámites burocráticos, que suelen enredarlos para favorecer la corrupción y poner a los particulares a hacer molestas e interminables colas, para que renuncien a oficializar sus quejas. Es preciso que los ciudadanos y el Concejo respectivo, hagan los debates que permitan hacer públicos los lunares de corrupción, la destitución de esos funcionarios.
Las ciudades y el campo colombiano siguen en constante decadencia, la violencia amenaza la pradera y nuestras urbes. Cartagena, la ciudad turística por excelencia y con más historia de nuestro país, se viene degradando a pasos agigantados y los atracos a los turistas se multiplican sin freno todos los días. Un esfuerzo en seguridad en Bogotá, Medellín y Cartagena, podrán atraen un turismo de primera que mejoraría las finanzas nacionales en estos tiempos de crisis. El éxito turístico y financiero del festival vallenato de Valledupar es un ejemplo a seguir.