ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Noviembre de 2013

Carlos Delgado Pereira

 

Fue, de lejos y sin la menor sombra de duda, nuestro más antiguo y entrañable amigo. Desde las aulas bartolinas de La Merced y posteriormente en  las javerianas de  la facultad de Derecho, bajo las cariñosas férulas del hermano Becerra en el bachillerato y del padre Giraldo en la universidad, compartimos los mismos ideales. 

En todos estos ámbitos forjó ese indomable carácter, amante de la verdad y su espíritu profundamente ético y estético. Y coetáneamente moldeó sus principios conservadores. E hizo entonces un culto de la amistad. Por ello su ser irradiaba bonhomía y su quehacer transparencia. Pero sobre todo  inspiraba  cariño y confianza.

Nunca tan certeras las palabras del oficiante en sus muy bellas y solidarias honras fúnebres: “Cuando se muere un amigo, algo de nosotros también se muere”. Más de un centenar de amigos compungidos estuvimos allí para testimoniarle nuestro último adiós.

Sí, Carlos Delgado Pereira había partido hacia la morada final. No podíamos hacernos a la idea de que no volveríamos a gozar de su sonrisa siempre a flor de labios, de sus cáusticos pero  siempre constructivos comentarios, su trato cálido y amable, su sincera preocupación por nuestras cuitas y su permanente vigilia por los suyos y por el país.  

Tenemos la convicción de que su afán por el trabajo nos lo quitó tan pronto. Siempre estaba trabajando en algo y por algo. Primero en Andiarios, luego en Inravisión y posteriormente en ANDA, sin olvidar nunca la Academia ni sus desvelos por la buena política en su instituto del alma. Hizo de su vida una permanente cátedra de servicio al país.

Su lucha de todas las horas fue por enaltecer a los medios de comunicación y consolidar su papel responsable en la vida colombiana. Decenas de seminarios y centenares de publicaciones para que el ejercicio de la profesión periodística y el arte publicitario tuvieran siempre un aquilatado sentido moral.

Constituyó su desvelo que esos medios protegieran y tutelaran nuestra siempre amenazada democracia. Por ello, todos los años, sus asambleas gremiales eran el punto de encuentro de la dirigencia nacional y oportunidad sin par para el análisis, la reflexión y el compromiso. Y como era un optimista irreductible, nunca perdía la esperanza. Era un hombre de fe inquebrantable y, de lejos, el mejor de nosotros. 

 

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Adenda

No dejan de ser preocupantes los escenarios que se están montando para la realización de las próximas campañas electorales. No se pueden seguir caldeando los ánimos sectarios. La confrontación Uribe-Santos no puede llevar al expresidente a recomendar la desobediencia ni militar ni policial. Ojo, esos son terrenos vedados, para un dirigente de su influencia y dimensión histórica. 

ernestorodriguezmedina@gmail.com