Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 23 de Abril de 2016

OPINIÓN ORBITAL

Legalidad vs. Legitimidad

 

NO ha terminado aún una generación norteamericana y su democracia está siendo de nuevo puesta a prueba. Hace apenas diez y seis años la votación popular le dio al demócrata Al Gore una victoria de quinientos mil votos sobre su rival George W. Bush, pero una interpretación leguleya de la  Suprema Corte le dio el triunfo a este último, en descarado desconocimiento de la voluntad popular. Fue una manipulación de las normas existentes, expediente que parece estar siendo aplicado, en los actuales momentos, en muchos distritos electorales en contra de los logros que en las urnas va obteniendo el controvertido magnate Donald  J. Trump. Parece que el establecimiento republicano quiere cerrarle al paso a toda costa y costo. 

Una vez más la legalidad  - la utilización acomodaticia de las normas- se impone sobre la legitimidad  -lo que es ético, moral y correcto- .Una vez más el principio capital de su Constitución,  “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", se pretende desconocer olímpicamente, con todas las graves consecuencias que esto puede acarrearle a su credibilidad ante propios y extraños. Es un bochornoso y vergonzoso el espectáculo que están brindando los republicanos, que los está seriamente afectando en su enfrentamiento contra una adversaria formidable como seguramente será la ex-primera dama Hillary Clinton. Esta ya tiene prácticamente fuera de toda competencia a su rival, el socialista Bernie Sanders y  todo la señala como la próxima inquilina del Salón Oval.

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En nuestro patio, el bogotano, las cosas siguen sin arreglarse. Continuamos viviendo nuestro caos cotidiano en medio del frenesí infernal  de un tráfico sin Dios ni Ley. Peñalosa, un poco cazando peleas sin mayor sentido como las de los humedales del norte, al fin logró la luz verde política y financiera para sus autopistas de entrada y salida a la ciudad. Nos promete que al terminar el año ya estarán adjudicadas las licitaciones que serán para operadores privados. Pero, en lo esencial y actual, la capital sigue siendo una ciudad maltratada, desgreñada, sucia por todos lados e intolerante para propios y extraños. De las lecciones  mockusianas de educación ciudadana no queda rastro alguno, aunque Peñalosa nos ha prometido volver a ellas de la mano de su inspirador, pero no se ven por ninguna parte.

A estas alturas nuestro alcalde debe estar bien preocupado por no encontrar soluciones racionales al caos vehicular. Los buses, busetas, taxis y autos particulares se adueñan de las calles y las aceras, secundados por delirantes enajenados que hacen de las famosas ciclovías verdaderos corredores de la muerte. La policía metropolitana, cualquiera que sea, no se ve haciendo su tarea y velando por el orden. La consigna parece ser que cada quien haga lo que le venga en gana. Ya hasta dejamos de ser hipócritas, porque nadie se preocupa por simular buenos modales.