“No hay castigos ejemplares para corruptos”
En la medida en que no haya justicia y por ende penas lógicas (es decir para el tamaño de los delitos), ni una reparación proporcional con el daño cometido, es complejo que cambie el anti sistema político bajo el cual nosotros los colombianos, elegimos que nos gobiernen.
Me explico: tenemos democracia sí, pero esta funciona sin libertad. De alguna manera está secuestrada por la política tradicional que se mantiene en el poder, elección tras elección. Una vez ubicados en cargos ejecutivos de elección popular y con ordenación del gasto, la gran mayoría (se salvan muy pocos) desvían recursos cuantiosos hacia contratos de donde toman un buen pedazo de tajada para cubrir los gastos de la campaña anterior y tener recursos para la siguiente. Es un entramado de senadores, representantes a la Cámara, gobernadores, diputados, alcaldes y/o concejales que se mezclan con el nombramiento de contralores, procuradores y fiscales del orden regional y nacional.
Después de haber desfalcado a la ciudad de Bogotá y de Bucaramanga, por ejemplo, Iván Moreno, hermano de Samuel, tiene una posibilidad importante de terminar su pena en la comodidad de su hogar. Los Nule y compañía terminaron de salir a la calle y hasta a Barú fueron a dar para pasar las vacaciones de final de año y curarse del estrés (citícos) de la cárcel.
¿Años de condena justos para esta parranda demostrada de corruptos? No. ¿Reparación económica? Tampoco. Mientras no haya condenas y castigos ejemplares, la relación costo-beneficio para los corruptos es muy clara y aunque queden con el desprestigio (que los tiene sin cuidado), tienen la boca llena de billetes.
En el caso de Bogotá, ¿cuántos metros hemos pagado? ¿Cuántas troncales de Transmilenio se habrían hecho de más? ¿Cuántos hospitales? ¿Cuántas unidades de pediatría adicionales? ¿Cuántos colegios? ¿Cuántos parques? ¿Cuántas ciclorrutas? ¡Podríamos tener entradas y salidas dignas a la ciudad!
Pero no todo es oscuro. Se sienten los vientos de cambio. La gente ya no le come (al menos tanto) cuento a los gamonales, ni a los delfines y espero que cada vez menos a los mesías salvadores. Todos ellos en el pasado han tenido responsabilidad por lo que hoy en día padecemos porque hicieron parte de ese entramado que describí. Es una vergüenza lo que está sucediendo con el Fiscal General de la Nación, que debería ser uno de los cargos que más respetabilidad, honorabilidad y confianza deberían despertar en el país.
Las atrocidades que se comenten de manera premeditada en contra de los recursos públicos, tangibles o intangibles de la nación, deben ser penalizadas con toda la severidad de la ley. Para ello necesitamos gente que en lugar de tapar, esté dispuesta a denunciar a sus copartidarios y familiares en la defensa de la ética.
Y, pues, aunque la corrupción no se acaba lo que sí se acabaron fueron las vacaciones y Bogotá se vuelve a congestionar. Con los mismos trancones, la misma inseguridad, la explosión preocupante de ciudadanos venezolanos y sin muchos cambios que impacten el bien-estar de la gente que quiere salir a trabajar en paz y en orden. O, sí, esta semana empiezan a llegar los recibos de la famosa valorización cercana al billón de pesos para hacer lagunas y ciclopaseos. Justo en año electoral. Ojalá esa platica no se pierda.