Esperanza | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Diciembre de 2021

La decisión del voto es un proceso emocional. La razón está ausente en los pensamientos de la mayoría de las personas a la hora de elegir, una minúscula minoría leen los programas de gobierno y los debates son vistos por un porcentaje pequeño de la población. En el debate electoral son principalmente dos las emociones que mueven al votante: el miedo y la esperanza.

En 2002, por ejemplo, el miedo al terrorismo, a la pobreza y a ser un estado fallido fue el protagonista en la primera elección de Álvaro Uribe; en 2006, por el contrario, fue la esperanza de un mejor país y de seguir la senda de progreso; en 2010 volvimos a votar con esperanza buscando continuidad de una políticas públicas que estaban construyendo una mejor Colombia; en 2014 el miedo se sumó al odio en unas elecciones polarizadas, protagonizadas por una falsa división creada por quien aspiraba a la reelección entre enemigos y amigos de la paz y, por último, en 2018 el miedo a un eventual gobierno de Gustavo Petro hizo que en segunda vuelta saliera electo Iván Duque.

Esta elección no es muy diferente a la de ese año. Gustavo Petro todos los días lanza propuestas tenebrosas que solo invitan a pensar en la posibilidad de salir huyendo de Colombia si llega al poder. Petro ha disfrazado con palabras más suaves como “liberalizar” o “democratizar” sus intenciones de expropiar la propiedad de millones de colombianos. Ya no solo siente animadversión por los ricos, también quiere tomar por la fuerza los ahorros de los trabajadores que tenemos ahorrados en los fondos privados de pensión. Cada vez que abre la boca o escribe en su Twitter genera más pánico que el mayor de los villanos en las películas de terror. Al ver los resultados de las elecciones en la región (Perú y Chile) y sus consecuencias estamos viendo en tiempo real como sería su eventual gobierno, y obviamente asusta.

Sin duda, el miedo será protagonista en el 2022, pero no a todos los mueve. Los más jóvenes, que algunos llaman “centenials”, perdieron la capacidad de sentir temor, muchos de ellos creen que no tienen nada para perder (aunque son los que más perderían), tienen desapego total por la propiedad privada y se nutren por medio de experiencias. Este grupo poblacional será el que decidirá quien va a ser el próximo presidente de Colombia y poco o nada los mueve el miedo a un eventual gobierno de Petro. Estos jóvenes quieren esperanza, desean oír propuestas innovadoras que los hagan soñar, en palabras de Juan Manuel Barrientos buscan que les planteen imposibles. A ellos hay que mostrarles el camino de un país mejor y no el peligro de empeorar.

Lastimosamente, los candidatos actuales prefirieron el peligroso camino del “petrocentrismo”, sus intervenciones solo giran alrededor de las malas propuestas de Petro y todavía no les conocemos sus propias ideas. Candidatos, es momento de poner a los colombianos a soñar, necesitamos más discursos de esperanza y menos de miedo. Por ejemplo: imaginémonos una Colombia en donde la pobreza sea una condición transitoria y no permanente.