Esperanza | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Marzo de 2020

El papa Francisco, en la homilía pronunciada en la plaza de San Pedro con motivo de la bendición urbi et orbi, nos dejó profundos mensajes que, independientemente de las creencias de cada quien, merecen ser escuchados, pues su significado desborda el ámbito de la fe y se dirigen a la humanidad entera.

Se trata, en efecto, como el pontífice dijo, de motivar espacios en los que todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, fraternidad y solidaridad, a partir de una necesaria toma de conciencia planetaria de nuestro destino común y de la necesidad de reorientar el rumbo que llevábamos hasta ahora.

Sus palabras nos interpelan acerca de por qué antes de esta tempestad no nos habíamos despertado frente a las injusticias del mundo, ni habíamos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo; por qué seguíamos imperturbables, solo preocupados como ahora por mantenernos sanos en un mundo enfermo.

Pero más que un reproche, lo que nos hace es un llamado a abrazar la esperanza. Esa que surge de ver actuar a todos esos héroes anónimos, que a riesgo de sus vidas están manteniendo lo esencial, y quienes nos están enseñando a cuidarnos y a cuidar del otro, y que nos muestran con su ejemplo que nadie se salva solo: cuerpo médico, fuerzas de seguridad, voluntarios, pero también el personal de limpieza, los dependientes de los supermercados, los campesinos, los agentes de servicios públicos básicos y, en general, todos aquellos que nos permiten sobrellevar esta emergencia, mantener el núcleo de suministros y tener una perspectiva del mañana.

Esperanza que nace también de ver aflorar gestos y acciones solidarias para socorrer a muchas personas que antes nos eran indiferentes, pero cuyo destino también nos afecta, pues no podemos dejarlas a su suerte, a menos que queramos generar un estallido social sin precedentes que arrase con todo, ya que claramente el “sálvese quien pueda” no es alternativa en estas circunstancias, como no lo es la soberbia e inconciencia de los escasos líderes que aún se niegan a adoptar las medidas necesarias para salvar vidas, pensando torpemente que así protegen la economía. Frente a estos necios resuenan las palabras de Sábato: “Tantos valores liquidados por el dinero y ahora el mundo, que a todo se entregó para crecer económicamente, no puede albergar a la humanidad”.

Con esta pandemia, empero, el mundo cambiará y habrá de dejar atrás ese tipo de liderazgos, de la misma manera que deberemos abandonar esas formas de convivencia que nos mantenían alejados de los demás sin la peste. En el futuro tendremos que estar más unidos los unos a los otros, y valorar como nunca el significado de la cercanía y de los abrazos que hoy no podemos darnos, y así, como decía el poeta Miguel Hernández, volver “a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra”.

 @wzcsg