¿Estamos listos? | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Noviembre de 2016

Después de “este día que ya pasó y la noche que viene” ¿Qué tanto adoptar o adaptar para el nuevo acuerdo?

Cuando finalmente haya humo blanco en La Habana (con algo mejor, peor o Frankestein respecto al texto derrotado), el mecanismo de validación popular ¿Será vía Plebiscito #2, Congreso, cabildos, instancia tipo Ovni?

Hay decisiones que por más comprometidos que estemos con un tema y nos esforcemos en ser o parecer una democracia participativa, no son nuestras y nunca lo serán.

En cambio, hay otras que están en nuestras manos, y son ésas las decisiones que debemos enfrentar con lo mejor que tengamos al interior de nuestra frágil, y a la vez poderosa, condición humana.

Viajemos en la máquina del tiempo y asumamos -como ejercicio de imaginación social y política- que el acuerdo modificado ya entró en vigencia. Asumamos que los egos y las agresiones cesaron con la horrible noche y hoy amanecimos en un país no acordonado por la hostilidad, sino “acordado” en torno a la paz.

¿Estamos listos? Luego de 60 años de sacarnos los ojos; de perseguir, huir, bombardear y discriminar; de tener miedo, pagar rescates y llorar muertos; de condenar masacres y descubrir falsos positivos; de ver pasar por la ventana-país mutilados y desplazados a lado y lado del conflicto, ¿estamos listos para comportarnos en modo reconciliación?

Y lo pregunto porque -contrario a tantas respuestas que siempre creemos tener listas, a preguntas que nunca nos harán- esto sí depende de nosotros. De nuestra capacidad de sublimar el dolor y la memoria; de comprender que no somos -nunca hemos sido- los inmaculados del paseo; de aceptar que la verdadera inclusión comienza en el corazón de las personas, y desemboca en la construcción de un tejido social que no se descosa ante la primera dificultad.

Preguntémonos qué nos falta para acoger a los desmovilizados en el pupitre de nuestra escuela, en la fábrica donde trabajamos, en la empresa que dirigimos, en el bus en el que nos embutimos, en el parque del barrio, en la misa del domingo…

No puede pasar  que el ajedrez mayor (léase gobierno, Farc y  oposición) llegue a un consenso, y los 48  millones responsables de ejercer lo acordado, no estemos dispuestos a salir de la caverna.

Mientras diseñar el segundo mejor texto posible y firmarlo, les compete a cuatro gatos claves, la operación del futuro estará en 96 millones de manos. En la cotidianidad, en la capacidad de perdón, en la resiliencia tácita y explícita; en la vocación de renacimiento, en la humildad y la generosidad; en una nueva lógica social que respete la vida y las diferencias. Una lógica social dispuesta al abrazo genuino; con menos pedestales y menos paradigmas; con más cajas de prismacolor que frascos de tinta negra.

Esto de reconstruir confianza, no es trabajo de un día. Ni siquiera de una vida: Se necesitarán varias generaciones para dejar atrás las secuelas de la guerra. Así es que empecemos ya, cada quien con su mejor esfuerzo. El paso más agotador y más inútil, es el que se dilata en la parálisis que -por indiferencia o por miedo- producen las zonas de confort.

ariasgloria@hotmail.com