El propio 7 de agosto empezó la acelerada campaña para desacreditar a Colombia, a sus gentes, a su economía, a su desarrollo, a su proceso de paz y a todo cuanto oliera al anterior gobierno. Habían transcurrido contados minutos del mandato de Iván Duque, cuando encomendaron, a un proyecto de bachiller, desacreditar al país que recibían.
El uribismo “pura sangre”, con su líder a la cabeza, pensando más en deshonrar a un Nobel de Paz y a unas cifras económicas confiables de progreso y desarrollo, emprendió una implacable campaña de desprestigio. Ese ha sido su común denominador durante los diez meses de su dominio.
En corabastos, el hombre que maneja el comercio de las naranjas, no la economía naranja, decía: -¿cómo voy a decir, sin constatarlo, que mis naranjas están podridas, para culpar al cultivador o al trasportador que me las trajo? Nadie me las comprará y mis competidores aprovecharán mi torpeza para lucrarse.
Eso nos está ocurriendo. La economía venía creciendo certeramente, hasta que empezó el desdoro, impulsado por la polarización, a la que con tanta certeza aludió el Gerente del Banco de la República. El Dane no pudo ajustar las cifras sobre el comportamiento financiero de estos 10 meses. Expertos muy reconocidos y calificados han analizado la situación para llegar a la conclusión de que la cosa no va bien. Las calificadoras están con los ojos muy abiertos escudriñando, con preocupación el manejo que se está dando a nuestra economía y sobre la forma como actúa el partido de gobierno, ese que no deja gobernar a Duque. Los guarismos se disfrazan, mientras el crecimiento es huidizo, preocupante.
Los expertos consideran que nuestra economía está estancada. Eso le mereció una fuerte regañina del arrogante ministro de hacienda, al Gerente del Emisor. ¿Desde cuándo un funcionario de menor jerarquía, experto en bonos agua, puede considerar que el gerente habla paja?
Pero eso no ha sido todo. El gobierno ha tomado como bandera a Santrich -quien se ayuda con su arrogancia- para acabar con la paz y con la JEP. Así se halaga al jefe del uribismo. Hemos llegado al extremo de convertirlo en única bandera gubernamental para justificar lo que no ha salido bien. El expresidente Uribe a su vez, arremete con sus palomas, cabales, bachilleres y demás vocingleros, para confundir a la gente. El que dijo Uribe, no ha podido cortar, porque ahora, parece que, es lo que diga Uribe.
Esa es la situación que vive esta Colombia desconcertada con el transcurrir de las cosas. Los expertos están perplejos, la economía vacilante, la gente confusa y el futuro incierto.
Duque y esta nación, deben abrir las puertas a todos, olvidar a Santrich y a Uribe y dar los pasos que necesitamos para salir del atolladero.
BLANCO: La acertada decisión de Semana de recuperar a Daniel. Así se defiende la independencia y la libertad de opinión.
NEGRO: El “mico” en proyecto de ley que elimina protección a la fuente.