La corrupción marchó al acecho de una sociedad que ya sabía lo que venía, porque no era la primera vez que sentía el fuetazo de un puñado maléfico que todo lo puede, lo consigue lo admite y lo disfruta.
Durante doscientos años Colombia ha sido sometida al capricho de belicosos anarquistas que, de tiempo en tiempo, tuercen la voluntad de un pueblo, a su manera, para sacar el mayor provecho al poder que les otorga, desde la más prometedora democracia, hasta el funesto estado de opinión que pretende implantar el uribismo.
En estos últimos años se ha venido recrudeciendo la corrupción. Han aflorado los amiguismos políticos que siembran la depravación, la perversión y el soborno. Desaparecen los dineros públicos, al tiempo que surgen proyectos gigantes que se ejecutan tramposamente, se derrumban, quedan inconclusos y nadie responde por ellos. Hasta los precarios alimentos de los niños más pobres, suelen engordar a los tramposos y a sus calanchines agazapados en la podredumbre de una política envenenada.
La última reforma a la justicia introdujo con el sistema penal acusatorio perversos negociados que han implantado en nuestro medio, la mejor manera de apoderarse de los bienes del estado y de los ciudadanos, a cambio de precarias ¨vacaciones¨ pagadas por nosotros en lujosos establecimientos policivos o militares, o en casas cárceles.
Y lo más grave: ¡nuestra población, parece alborozada! Muchos se hacen los de la vista gorda y esperan beneficiarse con la corrupción. No de otra forma podríamos explicarnos que cuando se realizó la consulta popular para eliminarla, el número de sufragantes no alcanzó el umbral. Faltaron 472 mil sufragios.
Ese fue el primer baño de rosas que se dieron los deshonestos al recibir un país enfermo y sin ganas de sanar. Sabían que el Gobierno, la sociedad y un Congreso repleto de dudas, echarían por tierra el clamor de gran parte de los colombianos.
El esperanzador proyecto, el anhelo y la ilusión, rodaron por el suelo. Tuvieron entierro de tercera y sarcásticas risotadas de parte de los legisladores, que no vacilaron en alargar el último debate justificando impedimentos para actuar. ¿Cómo puede un congresista decir que está impedido para votar contra la corrupción?
El debate y el tiempo se agotaron al igual que las esperanzas de un pueblo que quería salir de la podredumbre.
Los buenos, los probos, los nobles, derrotados y con la moral en el piso, desalojaron los salones de un congreso que sepultó la única forma de sanear un gobierno, unas finanzas, unas actuaciones funestas de contratistas que se enriquecen sin piedad, porque los triunfantes y traficantes celebraban con alborozo el rudo golpe a un país que ya no resiste más. Ya vendrán nuevos ¨saludos a la bandera¨, pero entre tanto: ¨Arrobarpuntocom¨.
BLANCO: La firmeza de la Corte para impedir el uso del glifosato.
NEGRO: Impopulares e ineficientes, debería ser el nuevo eslogan de Peñalosa que le costó una millonada a la Alcaldía. Empezando por los contaminadores buses “nuevos”.