La ética social es la utopía de una ética universal, unida a formas de comportamiento que permitan vivir con tolerancia hacia los demás. Ese compromiso de velar por el bienestar y estabilidad del otro, para gozar igualmente de nuestros derechos y cumpliendo con nuestros deberes, afectó recientemente a una familia de Soacha y a la comunidad académica de la Facultad de Arquitectura de la Universidad La Gran Colombia, debido a que un sábado, a la salida del estadio, en plena estación de Transmilenio, unos hinchas furibundos, asesinaron al estudiante Jeisson Arley Garzón. ¿Pueden considerarse universales y vinculantes para todas las personas un comportamiento generalizado por el respeto de la vida del otro?
Pues bien, sólo se logra con un lenguaje común y es el del amor en la familia; tal vez, los asesinos que mataron a Jeisson por tener un color de camiseta, nunca han sabido encontrar en su casa los valores y el amor por la vida y por una ética vitalista, es decir, de pasión por la vida, como lo expresara en 2007 Benedicto XVI en su mensaje a los comunicadores sociales.
El vacío de los asesinos, contrastaba con el sello del realismo optimista de ese estudiante de arquitectura, que había elaborado el semestre pasado un proyecto con la casa de sus sueños para sus padres. Para muchos, la familia debe ser ese lugar de construcción y realización de ideales de transformación, frente a una mentalidad derrotista y claudicante ante las amenazas de los vándalos, que consideran mejor destruir, que construir, o golpear puertas y romper ventanas de instituciones públicas o privadas por el simple hecho de exigírseles buscar la excelencia.
Siguiendo con el tema de la familia, tuve el honor de escribir el prólogo de la obra “La Familia y la Sociedad” del Brigadier General Edgar Alberto Rodríguez Sánchez quien, con un lenguaje sencillo y lleno de sensibilidad hacia la educación, propone un derrotero del matrimonio y la paternidad, destacando el valor de la institución familiar dentro de la vida militar. Lastimosamente, los generales comandantes de las Fuerzas enviaron subalternos de mínimo rango a la presentación del libro, sin darse cuenta del valor del texto para la reinserción social de oficiales y soldados en este proceso de posguerra. Esa ausencia del generalato no lo va a decir el general Rodríguez, porque está sometido a la línea de mando, pero como civil, lo puedo decir yo, que no dependo de un visto bueno para ascender a oficial de insignia.
Si bien la obra pareciera estar únicamente dedicada a los militares, es un texto para cualquier hogar que pueda servir de ejemplo o seguir un ejemplo, el trabajo en equipo, el compromiso, los valores, las virtudes, los méritos, las derrotas y fracasos, las alegrías y las angustias, la abundancia y la escasez, todo se ve reflejado en la familia, ese conjunto de personas que, bajo la dirección de un hombre y una mujer, en conjunto y común unión, buscan desarrollar un proyecto de vida que tiene por propósito lograr que su mejor resultado se refleje en los hijos.
Edgar Alberto Rodríguez Sánchez propone que seamos activos, comprometidos, propositivos y transformadores, de nuestra propia vida y de la de los demás, en particular, de nuestros familiares, a quienes debemos transmitir el servicio a la comunidad, el testimonio de unidad y la trascendencia hacia Dios.
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