Prosiguiendo comentario iniciado en entrega anterior, sobre este tema, pasemos a tener en cuenta “fundamentos de verdadera santidad” señalados por el Papa Francisco, todavía en su Exhortación “Alegraos y Regocijaos”. Presenta las Bienaventuranzas como lo más destacado de lo enseñado por Jesús, como camino de santidad, llamándolas “carnet de identidad” de ella, y “gran protocolo” para el juicio final (nn. 73-94). Hace presentación una a una, del sentido de vivir estas ocho maneras de “ser” “bienaventurado”, mencionadas por S. Mateo Cap. 25,3-12.
Desfilan, allí, los “pobres de espíritu” (santa indiferencia); “los mansos” (en medio de un mundo donde se riñe por doquier); “los que lloran” (en un mundo que disimula las realidades y no se comparte el dolor ajeno); “los que tiene hambre y sed de justicia” (dentro de una humanidad que desconoce el derecho de los desamparados); “los misericordiosos” (con reclamo a ayudar y perdonar); “los limpios de corazón” (con amor sencillo y puro al prójimo); “los que trabajan por la paz” (afrontando con corazón abierto los conflictos, con búsqueda de paz basada en la justicia); “los perseguidos” (que afrontan con serenidad las incomprensiones por ser rectos en el proceder).
En el Cap. IV de la misma Exhortación, indica, el Papa, lo que deben ser “notas de la santidad en el mundo actual”. Mencionémoslas en forma sintética: “aguante, paciencia, mansedumbre (nn. 112-121); “alegría y sentido del humor” (nn.122-128); “audacia y fervor” (nn.129-139); “sentido comunitario” (nn. 140-146); “oración constante” (nn. 147-157). Hay al vivir estas “notas”, una manera de ser, para, “sin dejarse vencer por el mal, vencer el mal con el bien” (Rom. 12,17). Afirma, que la aceptación de ellas no es conformismo ni debilidad, sino signo de fortaleza y madurez humana, al superar, para bien comunitario, reacciones primarias que llevan a lo contrario (nn. 112-114). Advierte que para la vivencia de estas “notas”, se necesita la ayuda de la gracia divina que inclina a la “humildad, cimiento de la verdadera santidad”.
Señala, luego, el Papa, en esta tan jugosa Exhortación “Alegraos y Regocijaos”, apoyos necesarios a la santidad. En primer término, la importancia decisiva, para que se dé la verdadera santidad, la “oración constante”, con momentos de contemplación pero sin evasión del mundo que nos rodea y del encuentro con Jesús en el prójimo (nn. 140-147). Cálido el llamado del Papa a acudir a la intercesión de los santos, especialmente de María Santísima. Hace, también, reclamo de una santidad vivida en ambiente comunitario, como propia de un cristianismo que se expande en comunidades cristianas de fe viviente.
Como apoyos prácticos de una vivencial santidad, coloca el Papa tres elementos de los que debe estar dotada: “Combate”, o lucha constante contra “el diablo, príncipe del mal”, cuyo poder e influencia continúa en el mundo (I Ped. 5,8; nn. 156-161); “Estar en vela”, según el llamado de Jesús en Mt. 24-42, cuidándose de adormecimiento espiritual, tibieza, corrupción espiritual, recaída en el pecado” (n.164); “Discernimiento” o capacidad de razonar, con “salida de nosotros mismos hacia los misterios de Dios”, con raciocinio y prudencia (nn. 170-175) (Continuará).
Obispo Emérito de Garzón
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