La Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, Fecode, perdió su razón de ser: una organización defensora del maestro, imparcial, apolítica y honesta. Nelson Alarcón, hasta hace unas semanas, su presidente (hoy, encondido fuera del país), declaró que su objetivo político era tomarse el poder, acabar con la derecha colombiana y con el Centro Democrático.
Hoy, Fecode es una amenaza real contra la democracia colombiana, la verdad social y política de Colombia y la educación de los niños, que reciben su enseñanza en los colegios públicos de la nación.
Si Fecode tuvo un tinte socialista al comienzo, algo que, estrictamente interpretando el sentido de un sindicato, no tiene nada de extraño o reprochable; hoy se ha convertido en la punta de lanza del comunismo colombiano que, como bien sabemos, se hace llamar socialismo del siglo XXI, para “engatusar” a aquellos a quienes la sola mención de la palabra comunismo les causa terror. Nadie ignora la represión, violación de derechos humanos, muertes y desapariciones, ejecuciones sumariales, pobreza y decadencia, que tal doctrina causó en los países donde se instalaron sus regímenes durante el siglo pasado y donde hoy están atornillados, Venezuela, Nicaragua y Cuba; países donde la libertad, el derecho a disentir, la propiedad privada, la mejora social, son palabras inexistentes.
En la Federación existe un régimen de terror contra aquellos que disienten de lo que ordenan los dirigentes. Los dirigentes y maestros de este sindicato han impuesto un programa de adoctrinamiento de los niños bajo su influencia. Sabemos que en sus clases, desde la primaria, se les enseñan arengas y falsedades contra el gobierno, el ejército, la policía y los lideres inconvenientes o enemigos del comunismo y la narcoguerrilla, como el expresidente Álvaro Uribe.
Muchos padres de familia han reportado cómo sus niños llegan de la escuela repitiendo frases como “Uribe paraco…” porque eso fue lo que les enseñó el o la maestra. ¡Qué miserables personajes! Estos maestros se aprovechan de mentes limpias para corromperlas de esa sucia manera con mentiras.
Naturalmente, estas tácticas son un plan bien implementado desde hace décadas. Los comunistas saben que para tomarse un país hay que tomarse la educación para infiltrar las mentes de los niños inocentes y de los jóvenes ilusos. Algo fácil de hacer para un maestro, en quien hay que confiar pues, se supone, está ahí para enseñar y no para indoctrinar con mentiras.
Este propósito de los comunistas del siglo XXI se extiende a las universidades, donde académicos, bien versados en el tema marxista-maoísta, se han acomodado en casi todas las cátedras del país y hoy las manejan con una amedrentadora tiranía intelectual, donde el que se atreve a disentir de sus “enseñanzas” comunistas es tildado de fascista, retrógrado o cavernícola conservado. Lo sé porque lo comentan estudiantes de la Javeriana, los Andes, la Nacional y otras universidades de primera línea, donde la libertad de expresión no existe sino para los izquierdistas.
Colombia sabe que Fecode tuvo una parte activa en las recientes revueltas que estuvieron a punto de paralizar el país. ¿Cuánta culpa tiene esta organización en las muertes, los destrozos, las inmensas pérdidas económicas y el terror causado por algunos jóvenes? ¿Fue su adoctrinamiento el causante de los extremos a que llegaron? Colombia debe exigir castigo legal para Fecode.