Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Junio de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Petroadicciones

Muchas  consecuencias se derivaron del asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948, una, la más lamentable quizá, la cancelación del tranvía. Fue una pérdida irreparable, no obstante la precaria operación de este medio, su economía para el transporte popular y la protección ambiental, eran factores valiosos que desaparecieron por el interés del capital privado de monopolizar para su  beneficio ese servicio; la decisión la tomó el alcalde Mazuera Villegas y los causantes los dueños de buses quienes patrocinaron el incendio del tranvía. Se creó la empresa de buses del municipio, los buses trolley, pero todo culminó en la bancarrota por la presión del sector privado.

También, el 9 de abril terminó con la chicha, una intención de política pública que venía gestándose de tiempo atrás con el argumento de que esta bebida lúdica, ancestral de los naturales de estas tierras,  era veneno y se le atribuían graves secuelas degenerativas por su contenido de tomaínas y toxinas semejantes. Curiosamente, el único desorden colectivo causado por la chicha, ocurrió el 21 de agosto de 1923. La razón, el aumento de  un centavo por litro, que el Gobierno autorizó a los fabricantes para compensar un alza igual en el impuesto que gravaba a la bebida. El vicio ha sido una fuente fiscal. El 18 de abril del 48 el ministro de Higiene, Jorge Bejarano, ejecutó la Ley 34 y prohibió la fabricación de  chicha, favoreciendo la producción de la cerveza que la remplazó: “El cabrito”. “La higiene y la profilaxis para triunfar deben ser ante todo una cosa humana y humano no puede ser imaginar pueblos sin vicio". Con esta frase el ministro proponía principalmente dar al pueblo un ¡“vicio limpio”!

No obstante el avance de la ciencia, especialmente la médica, se sigue improvisando en materia de políticas de salud pública. El  Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías registra un incremento considerable en el consumo de sustancias alucinógenas, estupefacientes y otros derivados psicoactivos, tales como los euforizantes legales con consecuencias de mortalidad altamente incidental, sin que  se imponga un control efectivo a este consumo novedoso, supuestamente porque corrige los adictivos

El alcalde Petro ha resuelto que para erradicar el consumo de “bazuco” conviene propiciar su sustitución por la marihuana medicinal: “¡Un vicio limpio!”.

Para analizar la propuesta debe considerarse que estudios médicos últimos concluyen: los efectos de la adicción a la cocaína, los opiodes y los cannabinoides son diferentes y en consecuencia la sustitución de una sustancia por  otra no alcanza siquiera a constituirse en un placebo o reducir los síndromes de abstinencia. Cada una de estas adicciones  tiene su propia causa  y opera sobre diferentes tipos de  neuro-receptores. No hay que hablar carreta. 

Resulta imperioso que una opinión fundada en la investigación científica y no en  la retórica  evite que se terminen organizando guetos  de petroadictos, antes que asumiendo unas políticas serias y  responsables que reivindiquen a estos enfermos sociales. ¡Cambiar la chicha por el cabrito nada solucionó!