Es apenas comprensible que el presidente Santos esté completamente preocupado por su legado, más que por la continuidad de su obra. Pero como una cosa y la otra están indisolublemente ligadas, su angustia ha de ser doble.
Por una parte, es consciente de la alta probabilidad de que la oposición reconquiste el poder en el 2018 puesto que, sin él, como factor aglutinante, nada garantiza que su ya fragmentada coalición consiga mantener la coherencia.
Y por otra parte, el posconflicto conflictivo que se viene encima, fortalecerá a una oposición que hizo todo lo posible por construir un acuerdo nacional pero que finalmente se estrelló con una realidad repleta de embustes, violaciones y nuevas modalidades de violencia.
En efecto, el Jefe del Estado no podrá ni siquiera refugiarse en la intimidad del premio que le dieron porque si hay algo peor que aceptar una distinción inmerecida es que la propia historia se encargue de demostrar el contrasentido que supuso.
De hecho, la destructividad de la alianza Farc-Eln, el uso y la amenaza de uso de la fuerza por parte de los ejércitos paralelos de las propias Farc y la búsqueda violenta de privilegios por parte de las bacrim repotenciadas, serán los fenómenos que rompan la continuidad, pero también el legado del santismo.
Si a lo anterior se le suma el sentimiento de un ciudadano que, además de verse sumido en la indefensión, se sentirá burlado, revictimizado y espoleado por la carga tributaria destinada a garantizarles las prebendas a los grupos armados reciclados, lo lógico es que, si no vuelve a cometer errores, la oposición se fortalezca aún más.
No basta, pues, el afán que les asiste al Gobierno y la guerrilla por incorporar el Acuerdo a la Constitución Nacional por cualquier vía. En semejante panorama, también hacen falta los millones de dólares que el Presidente busca con desespero en Europa y los Estados Unidos.
Con tan mala suerte que el presidente será Trump ; que los secretarios de Estado y de Defensa pueden ser Mitt Romney y el general James Mattis ; que el Fiscal será Jeff Sessions y el asesor de seguridad nacional será el general Flynn, todo lo cual tendrá muy preocupados (no solo) a Castro, Maduro, Ortega y Timochenko.