Daría la impresión de que hoy como nunca cada persona es libre de hacer lo que mejor le parezca. Aparentemente han caído todos los límites posibles y tratar de trazarlos de nuevo es mal visto. Los discursos del deber ser ya no cuentan con una audiencia cautiva como en otros tiempos. El hombre y la mujer se han emancipado y cada uno se ha constituido en su propia ley, renovada o abolida y reformada cada día, según las circunstancias y conveniencia. Nadie parece gozar hoy de suficiente autoridad para decirle a una persona lo que debe hacer o dejar de hacer. El individuo está atrincherado en su propio ser y listo a defenderse con armas varias si alguien quiere invadir su espacio vital. Y, así, el hombre y la mujer de nuestro tiempo, han ido edificando su inmensa soledad y han empobrecido como nunca antes las relaciones, incluso con Dios, a quien muchos miran con sospecha, aunque no lo conocen en verdad.
Sin embargo, detrás de este panorama que, como si fuera un espejismo, muestra a la humanidad como una multitud de seres independientes y solitarios, quizás lo que hay es muchos solitarios, pero no tantos independientes. El exceso de individualismo de la cultura contemporánea ha arrojado a la persona, a cada persona, a un inmenso desierto, la ha desamparado y, sobre todo, la ha dejado a merced de toda clase de influencias, presiones y condicionamientos. Muchos más de lo que cualquiera de nosotros quisiera reconocer. Pero así es. Una mirada atenta a quienes han caído en esta desolación humana deja ver que el individuo ha sido enormemente debilitado por muchos factores y que en realidad es arrastrado día y noche por toda clase de corrientes que solo lo utilizan, lo manipulan, lo controlan, lo consumen y le hacen consumir. Pero el sello propio de la cada persona, lo que la hace única e irrepetible, su verdadera autonomía, están refundidos en la actualidad. La muestra de ello es el cansancio que multitudes enteras tienen de la vida contemporánea y la angustia que les produce el no poder llegar a ser ellas mismos.
Aunque pareciera muy empoderado, la verdad es que el individuo, la persona, hoy está necesitada de ser fortalecida en todas las dimensiones de su vida. Quizás, en primer lugar, en lo espiritual y moral, donde el déficit es abrumador. Pero también en la noción de la razón de ser de su vida y de su misión en la tierra. Asimismo, ha de ser fortalecido el individuo en la conciencia de su propia dignidad que lo capacite para estar en el mundo como un ser creado por Dios y para Dios. No menos importante, también en el campo de la conciencia, se requiere darle luces, muchas luces, a cada persona para caminar con sabiduría en el mundo actual que parece sembrado de minas anti-dignidad humana, anti-respeto de la vida, anti-felicidad verdadera. “Como cordero llevado al matadero” es la expresión de la Sagrada Escritura para referirse a la vida del justo perseguido. Es la situación en la que hoy se encuentran demasiados individuos. Hay que trabajar por su liberación, la cual consiste, quién lo creyera, en vincular con realidades potentes y profundas, no con romper los lazos que en realidad sostienen la vida.