La violencia en Colombia tiene múltiples causas, la pobreza, la desigualdad y la exclusión, pueden ser algunas de ellas. Pero, ¿cómo explicar entonces que Colombia sea un país con mayores índices de violencia que Bolivia, Haití, Perú o Paraguay? La respuesta parece ser el narcotráfico.
Durante tres décadas hemos sido el principal productor de cocaína en el mundo, la lucha contra las drogas ilícitas ha consumido gran parte de nuestros esfuerzos como sociedad. Millones de dólares gastados, miles de vidas sacrificadas, millones de hectáreas de selva destruidas y 30 años de atraso en el desarrollo de nuestro país.
Hemos tenido aliados, este problema no sólo es de Colombia, hay un principio de corresponsabilidad en los países consumidores. Estados Unidos ha entregado, a través del Plan Colombia, más de 10 mil millones de dólares en cooperación en la lucha contra las drogas, después de Egipto, somos el segundo receptor de ayudas de ese país. Pero aún no hemos logrado solucionar el problema, mientras haya demanda habrá oferta.
Matamos a Pablo Escobar y con él creímos que habíamos acabado con el narcotráfico, cada vez que se captura a un narco aparecen 10. Nuestras fuerzas armadas tienen cerca de medio millón de personas, lo que nos convierte en uno de los países con más fuerza pública en el mundo, en relación a nuestra población.
15 de cada 100 pesos de nuestro presupuesto se destinan al sector defensa, cifra superior a la que invertimos en educación. Según cifras del departamento de Estado de los Estados Unidos, los cultivos ilícitos han pasado de 59.000 hectáreas en 2012 a 180.000 en 2015, lo que significa que la producción de cocaína se ha duplicado.
¿Ha sido efectiva la lucha contra las drogas? Seguramente ha servido para contener el problema, pero no ha sido la solución del mismo. Es hora de abordar el problema desde una perspectiva de salud pública, la represión fracasó y el remedio se ha vuelto peor que la enfermedad.
Mañana se cumplen 21 años del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, asesinato que ha permanecido condenado a la impunidad y que la Fiscalía esta en mora de declarar como crimen de lesa humanidad. Álvaro Gómez, desde la década del 70, logró entender que era mejor el tratamiento que el castigo, que la prohibición es esencial para el negocio, y que la violencia y la corrupción alrededor del narcotráfico son más nocivas que la droga en sí misma.
No hay acuerdos de paz suficientes, mientras el negocio del narcotráfico sea tan lucrativo, siempre habrá alguien dispuesto a asumirlo; mientras la solución sea la represión, los carteles estarán dispuestos a acudir a la violencia para mantenerlo. Este fenómeno se ha convertido en un cáncer para nuestra democracia, ha logrado minar nuestras instituciones. El narcotráfico es el primer enemigo de la paz.
De nada sirve desconocer la realidad, es un debate que debemos promover. Buscar un resultado distinto aplicando la misma receta, parece ser la fórmula del fracaso.
@SHOYOS