La situación política francesa que se clarificará este domingo. Se hace inescapable recordar la figura de Emanuel Macron cuando obtuvo ese triunfo desconcertante hace siete años. Algún filósofo francés describió el éxito de su campaña con el concepto de virginidad, para indicar que Macron era percibido como un político nuevo, que no estaba contaminado, como si se hubiera olvidado que había sido ministro de hacienda y consejero del presidente Hollande en el Elíseo.
Se reconoce que hizo una campaña presidencial inusitada y canalizada por la vía de un partido que se denominó “En Marcha” para utilizar así las iniciales del nombre y apellido de Macron. Algunos biógrafos recordaron que su nombre, Emanuel, quería decir hijo de Dios, para significar así una especie de destino manifiesto en la vida política de Macron. Y, además, alguno de sus biógrafos señalaba la condición de Macron como un gran seductor. Decía que así como había seducido a su maestra, Brigitte, que le llevaba 24 años y tenía tres hijos, de la misma manera había seducido a Francia. Por ello, las grandes preguntas hoy son: ¿Cómo ha sido posible este desvanecimiento de la figura política de Macron? ¿Cómo habiendo sido recientemente reelegido para otros cinco años en la Presidencia se encuentra hoy en una situación minoritaria frente a la extrema izquierda y a la extrema derecha, porque lo que revelaron estos comicios del domingo pasado fue precisamente que los extremos se habían apoderado del comportamiento electoral de los franceses?
Macron en un tercer lugar. Increíble. Por eso se dice que muchos de sus admiradores y partidarios no le perdonan que hubiera convocado unas elecciones anticipadas que no eran necesarias, pero que han puesto en juego su Presidencia y, en el mejor de los casos, el ejercicio cabal de la misma durante los años que le faltan para cumplir su periodo.
Su nombre sirvió de inspiración a muchos políticos con ambiciones de corte presidencial que buscaban, por lo menos, una fotografía con Macron, estrechar las manos y mostrar algún grado de identidad con lo que este líder representaba. No creo que hoy exista esa misma inspiración.
Y es indispensable formular el interrogante: ¿Qué ocurrió?
Es difícil de entender cómo meses después de ser reelegido sucede semejante debacle política, cuyas reales dimensiones tendremos este domingo cuando conozcamos los resultados de una segunda vuelta que tendrá comportamientos electorales muy diferentes de los que siempre hemos conocido, porque se están produciendo alianzas que buscan colocar una barrera que impida que la fuerza política de la señora Marine Le Pen se imponga y así esté en capacidad de constituir un nuevo gobierno, al obtener la mayoría de 289 o más sillas en una asamblea de 577 asientos.
No es cualquier cosa lo que ha planteado este grupo de extrema derecha y lo que ha logrado. Resultó que los datos que ofreció la elección parlamentaria europea se confirmaron, y de qué manera. Ahora lo que hay es una estrategia para que no tengan el significado político en el gobierno de Francia.
Con ansiedad esperamos los resultados de una segunda vuelta que inicialmente se concibió por allá en 1958 para impedir que gobernara la mayoría de izquierda que entonces existía. El candidato de izquierda, Francois Mitterand logró superar esta barrera y así el juego electoral se fue equilibrando. Ahora el propósito de la segunda vuelta es detener ya no el triunfo de la izquierda, sino el triunfo de la derecha. Así es la vida política.