Ya recordamos, en apretada columna anterior, grandes partes de la preciosa herencia recibida por el Papa Francisco hace diez años, para cuidarla y acrecentarla en estos tiempos difíciles que vive la humanidad. Pero tenemos qué agregar mucho más a los ya mencionados tesoros.
Allí está la realidad de cómo en los primeros años, 41 Papas han sido venerados como Santos, 42, más con especial Canonización, y 9 como Beatos. También actuaciones trascendentales para la Iglesia las de un Gregorio VII, el “Monje Hildebrando” (1020 a 1085), quien luchó por la independencia de autoridades civiles, S. Pio V (1504-1572), con la defensa de Europa de nueva invasión de los musulmanes, con famosa victoria de Lepanto (07-10-1571), con el apoyo de centenares de cristianos con el rezo del Santo Rosario en las calles de Roma, encabezados por el Papa. Todos ellos son tesoros que se han ido creando a lo largo de más de dos milenios, puestos en manos de una Iglesia que sigue asistida por Jesús, continuando su misión iniciada desde la Encarnación de: “pasar por el mundo haciendo el bien” (Hech. 10,38).
Me ha confortado haber encontrado en nuestra prensa colombiana páginas enteras con aterrizados, y, en general bien tejidos comentarios, sobre el Papa Francisco con ocasión de esta década, de su pontificado. Bien por lo escrito por Hernán Alejandro Olano, en El Nuevo Siglo (13-03-23), y lo de Oscar Elizalde Bada, en El Tiempo (13-03-23). Se siente de esos eventos que cuanto se resalta es porque se estima de ser atendido por sus positivas consecuencias comunitarias, y crecimiento personal.
No alcanzaremos a mencionar sino algo de lo más destacable de larga serie de detalles dicientes y recomendaciones, que iremos señalando, como la “prudencial y modesta vida del Papa argentino”.
Allí está su porte y modo de vivir en la Casa de Santa Marta, y no en las solitarias habitaciones del Palacio del Vaticano, con sencillo calzado y vestido, detalles que inspiran acercamiento y familiaridad. Fue clara, y fundamental su advertencia, desde su primera audiencia, que la “Iglesia es esencialmente de naturaleza espiritual y no política”, y que su máxima autoridad, el Papa, no toma determinaciones con miras a buena calificación en encuestas de la opinión pública, sino en su fidelidad al Mensaje de Jesús y real bien de la humanidad.
Fundamental, además, como ejemplo para las Curias Episcopales, su empeño en reformar la Curia Vaticana, para mayor agilidad y precisión en su actuar, con mayor presencia de la mujer en cargos en los que sea útil su presencia. Importante mencionar aspectos destacables de las actitudes del Papa Francisco, como su acicate para que haya “una Iglesia en salida”, con su llamado, y propio esfuerzo, de sus salidas, a llevar la barca de Pedro a distintas “periferias” geográficas”. Dijo: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que enferma en las propias comodidades”.
Dicho y hecho, fue cuanto pide, el Papa va adelante, e insiste, en abrir la Iglesia a la acción del Espíritu Santo, con respuesta al momento histórico con que se vive, saliendo a las fronteras, evangelizando a través de la experiencia de la misericordia de Dios, y no tanto por medio de repetitiva moralización (Continuará).