Desde la Palabra de Dios tenía qué brotar la enseñanza del Papa Francisco, en su Exhortación “Alegría del Amor”, para referirse, a temas de tanta trascendencia como el amor, la familia, el matrimonio. Es con la Biblia en la mano, a partir de la primera pareja creada, fundada por naturaleza entre varón y mujer (Gen. Capi I y 2), hasta el signo final de la Esposa y el Cordero (Ap. 21,2), en donde aparece la referencia de la Revelación a la trascendencia de la entidad familiar. Destaca a la pareja humana en su verdad fundamental, que refleja, “sorprendentemente”, “la imagen de Dios, que la tiene como “paralelo explicativo” (n.10)”.
De grande significado la presentación que hace el Pontífice de la fecundidad de la persona humana como “imagen viva y eficaz”, como “signo visible” del ser del mismo Dios Creador, que “no es soledad sino familia”. De allí pasa a referirse al hecho tan trascendental que el amor de esposo y esposa es signo del amor del Jesús Redentor con la Iglesia, según la expresión de S. Pablo en Efesios 5,21-33 (n.11). Todavía, profundizando páginas bíblicas, se pone en parangón el amor fecundo en Dios mismo, en esa familia que es en su ser en perfecta unidad de tres personas distintas, lo cual lo saca de la soledad, comparable a la inquietud del varón que busca complementariedad y ayuda en la mujer con la que engendra hijos, como continuidad de la obra creadora del Hacedor divino (n.12). “A su vez la mujer buscará con ansia al varón” (Gen. 3,16). “Ese encuentro sana la soledad, y surge la generación y la familia”, como fruto de esa “donación voluntaria de amor” (n.13).
De esa reflexión, que coloca la familia tan unida al ser mismo de Dios, pasa, el Papa, a través de pasajes bíblicos que dan fundamento a la institución familiar, a aquellos en donde “la presencia de los hijos es señalada como plenitud de una familia, refiriéndose a expresiones como la del Salmo 127, y paulinas en las que se presenta la familia en la dignidad de “iglesia doméstica”, o “casa que lleva en su interior la presencia de Dios” (nn. 14-15). De allí la trascendental importancia de la dedicación, con tanta responsabilidad, de los padres con sus hijos como base insustituible para la Iglesia y para la sociedad humana (nn. 16.18).
Una realidad que habrá en la familia humana, según la Biblia como consecuencia del pecado, es la fatiga en el trabajo y los dolores agudos del parto (Gen. 3), los antagonismos entre hermanos (Gen. 21), el horrendo fraticidio (Gen. 4), los graves distanciamientos entre esposos (Job. 19,13-17). El Hijo de Dios hecho hombre no se sustrajo a la penalidad de la limitación de bienes materiales, de persecución y de trabajo en humilde hogar (Luc. 2; Mt, 2,13-23), y, en su vida pública, tuvo contacto, con familias purificadas en penas que El aliviaba (nn. 19-21). Sobre la fatiga del trabajo para el sustento, que llena de dignidad a las familias, reflexiona, también, el Santo padre (nn. 23-26).
Siempre iluminado por la Palabra de Dios, se destaca un precioso elemento que da sentido y atractivo a la vida familiar como es la “ternura”, exaltada en el Salmo 131 en la figura del niño destetado, que sigue bajo la acogida de la madre en el regazo. Ternura que se señala en el mismo Dios en relación con el ser humano, cantada por Oseas (11,1-4). Ternura bendecida por Dios que debe darse entre todos los miembros de la familia en “comunión de personas”, que sea imagen de la unión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (n. 27-29). Como venerable icono de toda familia cristiana, siempre con connotaciones bíblicas, presenta el Papa, al ejemplar hogar de Nazareth (n. 30).
Sobre esa base bíblica, presentada en forma sintética, comenta, el Papa, los siguientes temas de la Exhortación sobre aspectos básicos de la familia que nos darán luz, alegría y convicción sobre esta magnifica realidad (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón