Francisco y la “alegría del amor” (VI) | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Septiembre de 2016

Continuando nuestro seguir paso a paso las importantes reflexiones y precisiones del Papa Francisco sobre el tema del “amor, al que dedica directamente los capítulos IV y V de su Exhortación Alegría del amor”, es iluminador completar el tema Crecer en la caridad conyugal(n. 120- 164). Ha destacado el Papa, cómo el amor conyugal ha de “permear” todos los deberes de esa vida, y cómo se ha de reflejar en ella (n. 120-124). Hay exigencias en él, que surgen de esa bella realidad como la indisolubilidad y progreso alegre y fructuoso en él (n. 125), como expresión de una visible caridad en alegría (n. 127 – 128) que transforma el dolor (n. 129-130), y que los une en un solo camino(n. 132), en permanente crecimiento en verdadero amor (n. 132-135).

Precisando lo anterior, son de recordar las subsiguientes anotaciones del Papa de aspectos indispensables para el “crecimiento en la caridad conyugal”, comenzando por diálogo, que califica de “forma privilegiada” para madurar el amor matrimonial. Advierte, que varones y mujeres tienen maneras distintas de comunicarse, lo cual exige voluntad y actitudes generosas que “hagan posible un diálogo auténtico (n. 136). Para ese compartir es preciso “darse tiempo, y tiempo de calidad”, con “ascesisde hablar en momento oportuno, y en forma adecuada, dándose la debida escucha,  dentro de “silencio interior sin pausa”, sin ruidos en el corazón o en la mente. Además: “dándose mutuamente importancia el uno y al otro”, pues cada uno tiene algo qué aportar, llegando a “unidad en la diversidad”, y procurando enriquecer el diálogo con comentarios alimentados en lecturas que los lleven a “riqueza interior” (n. 141)

Se acerca, luego, el Papa, a realidades naturales que entran en el plan divino del amor humano, como “la pasión” que lleva a la “dedicación” a él y que compenetra en entrega la “totalidad”, que conlleva a cultivar un “mundo de emociones” propias del ser humano viviente en esta tierra (n. 142-143). Las emociones, de por sí no son buenas, ni malas, ello depende del encauzamiento que se les dé, que si se encierran, con egoísmo, en buscar el propio gusto, sin encaminarlos a la felicidad de los demás, se distorsionan y toman mal camino. El verdadero amor matrimonial “procura que toda la vida emotiva se convierta en bien para la familia” (n. 145-146).

Allí es donde se necesita “un camino pedagógico” que muestre, como ha enseñado Benedicto XVI en su Encíclica Dios es Caridad”, que las normas de la Iglesia en materia del aspecto erótico no son “carteles de prohibición” de algo que en los planes del Creador ofrece felicidad. Pero, advierte, que “el exceso, el descontrol, la obsesión por un solo tipo de placeres termina por debilitar y enfermar el placer mismo, y dañar la vida de la familia”. Esa desviación trunca el plan “de hacer un hermoso camino con las pasiones…, dentro de un proyecto de autodonación y plena realización de sí mismos que enriquece las relaciones interpersonales en el seno de la familia” (n. 147-148)

Con citas bíblicas muestra, luego, el Papa, cómo “Dios ama el gozo del ser humano que él creo, para que lo disfrutemos” (1 Tim 6, 17). Deja aquí la posibilidad de aceptar “otras formas de expresión” de acuerdo con las necesidades del amor mutuo, dando más amplitud de conciencia según propuesta de algunos maestros orientales (n. 149). Ante tema de tanta importancia, que merece debida amplitud, dedica, el Papa, tres numerales a precisar la “dimensión erótica del amor” dentro del hecho de que “Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo para sus creaturas” (n. 150). Es algo en lo cual la educación de la pasiones no perjudica sino que encauza debidamente, algo que no es un “mal permitido”, o un “peso que se tolera por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos” (n. 151-152) (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

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