El gran trueque
Partamos de un postulado claro: Todos queremos la paz en este país. Bueno, salvo los vendedores de armas, munición y equipo militar, y esto dándole el beneficio de la duda a los defensores de la teoría del caos, digamos que la mayoría preferimos vivir respirando tiempos de paz que escuchando tambores de guerra.
Por ello la pregunta clave no es ¿qué queremos? Sino ¿cómo queremos lograrlo? Pues cada sendero es distinto, tal cual como lo será su resultado. A modo de ejemplo jocoso, pero ilustrativo, colocaré las dos posturas más radicales: En la primera damos de baja hasta al último guerrillero y en la segunda el Gobierno se rinde unilateralmente posesionando a Timochenko como Presidente. Ambas paces son diametralmente divergentes, y sus estrategias abiertamente absurdas, pero son un buen asidero para analizar cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar con tal que esta nueva tanda de diálogos prospere.
No somos la primera nación que quiere hacer un gran trueque para acabar con su conflicto y de esas experiencias pudimos aprender que dos partes que se sometan a un pulso creyéndose en igualdad de posibilidades no van a llegar a ningún acuerdo, pues la negociación incluye que alguien ceda significativamente en sus pretensiones. Esto se logra cuando el Estado o los insurgentes se sienten urgidos por finalizar la confrontación y están de acuerdo con someterse a las condiciones que les impongan (muy parecido a cuando uno compra una línea celular con cualquier operador, ¿cierto? Punto positivo para la SIC).
Nuestro dilema actual radica en que, si bien hasta el momento parecía ser la guerrilla quien daría el paso de resignación, ahora todo indica que el Gobierno es el extremo necesitado, pero de votos. El presidente Santos no pudo resistir su popularidad en puntos rojos y a raíz de eso desplegó la artillería pesada: prometió casas, cambió ministros y sacó de la manga el as de la negociación ¿Por qué no dejamos la hipocresía y decimos de una vez que nos queremos reelegir y listo, señor Presidente?
No me malinterpreten. Valoro todo esfuerzo que busque la reconciliación, pero no cualquiera, sino una donde no haya impunidad, donde la justicia actúe con vehemencia sobre quienes lo merezcan y las víctimas no tengan que cargar una doble cruz de dolor por ser ignoradas de nuevo. No se puede hacer una negociación improvisada sólo por cálculo político, sino miremos la belleza de proceso en el que están inmersos los paramilitares y lo bien que nos ha salido.
Recordemos que una paz de cimientos débiles es la cuota inicial de una guerra futura. Entre menos manos se metan al pastel, mejor nos quedará, pero tampoco podemos pasar al límite clandestino de vender el país a puerta cerrada.
Obiter Dictum: ¿Alejandro Ordóñez de nuevo? ¿Es en serio? No se puede negar que ha hecho un trabajo decente, aunque no exento de polémicas, en la Procuraduría cazando corruptos, pero ya es suficiente de sus palabras incendiarias ¿No tenemos una embajadita en el Vaticano que nos esté sobrando por ahí?
@FuadChacon