Quisicosas de la paz
La paz está planteada y acogida por los actores del conflicto y jubilosamente celebrada por un país que la espera desde hace más de 50 años, con excepciones de minorías recalcitrantes que tradicionalmente han abonado una guerra que tapa sus malévolas actuaciones.
Este carro de la paz está impulsado y va por el camino correcto. Las gentes de bien lo respaldan y lo estimulan. Quienes han empuñado las armas contra millones de víctimas de un conflicto irracional, han aceptado el camino del diálogo, que seguramente después avanzará hacia una tregua que engendrará el anhelado propósito de un país por avanzar hacia el desarrollo económico y social.
Hemos tenido, es cierto, muchos procesos de pacificación y varias mesas de diálogos, que por hechos inesperados y estimulados por los enemigos de la paz, han fracasado. El asesinato del exministro Argelino Durán y el secuestro del avión, son ejemplos claros.
Se orquestan y agigantan, sin misericordia, filtraciones de las discusiones internas de las mesas de negociación, para quebrar los avances de las conversaciones. Esa la razón para que ahora ciertos sectores reclamen airadamente que todo sea público, cuando la discreción, la prudencia y la confidencialidad son la semilla para lograr los objetivos finales.
Bien lo dijo el expresidente Belisario Betancur, en una de las entrevistas que concedió con ocasión del propósito del presidente Santos: “No hay que detenerse en las quisicosas, hay que ir a lo profundo”. Esas quisicosas de majaderos agazapados, son las que siempre han malogrado el deseo, la aspiración y la intención de los colombianos, desde hace más de cincuenta años.
Por fortuna, son unos pocos los fanáticos y acérrimos enemigos de cualquier intento por alcanzar la reconciliación.
Hay que olvidar a los enemigos de la paz en su desorientada carrera y dedicarnos al propósito nacional que ahora nos impulsa. No podemos atravesarnos, como burro muerto, para impedir que los alzados en armas, puedan incorporarse a la vida civil como cualquier colombiano. Deben tener oportunidad de llegar a los cuerpos colegiados, a elegir y ser elegidos; no sería la primera vez que guerrilleros lleguen al Congreso, y ¿por qué no, a una amnistía? ¡La paz bien vale cualquier sacrificio!
Blanco. La vinculación del colega Román Medina a la Contraloría.
Negro. Las salidas en falso del vice Garzón, que solo sirven para que nos demos cuenta de lo contraindicada que es la figura.