Durante la crisis que estalló en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, se acuñó una frase que sirvió para definir el curso de las políticas económicas para recuperar a la economía mundial: todos somos keynesianos. Ante un escenario de una demanda enfriada, se espera que el Gobierno tome la decisión de expandir su gasto a fin de mover el consumo a través de inversiones públicas que permitan encadenar sectores productivos y generar empleos.
En el caso de los Estados Unidos, con The American Recovery and Reinvestment Act, el Gobierno Obama generó una serie de estímulos a través de un paquete de gasto público en infraestructura y reducción de impuestos que permitió reactivar la demanda de la economía. Por supuesto, eso ayudó a lograr la progresiva disminución del desempleo, el crecimiento del PIB y, también, aumentó la deuda pública, con la cual se financió la política fiscal expansiva.
En estos momentos de crisis, por cuenta de la pandemia y de las medidas sanitarias a nivel global, el choque tan violento ha presionado a los gobiernos a tomar decisiones de mayor gasto y deuda. Lo que hace 80 años era una receta heterodoxa inédita, en estos tiempos es parte de las soluciones económicas esperadas para recuperar empleos y el ritmo del crecimiento de la economía. En Colombia, por supuesto, esto no es ni será la excepción y seguramente el Gobierno Nacional, pero también los gobiernos departamentales y locales tendrán en el gasto público y en el endeudamiento una manera de inyectarle recursos a unas economías en crisis.
El gasto público es una herramienta de corto plazo que puede generar efectos importantes en el desempeño económico. Es clave precisar que los gobiernos no tienen unos excedentes de ingresos que puedan gastar en épocas de crisis, sino que cuentan con la capacidad de endeudarse para financiar obras y proyectos que generen empleos y encadenamientos productivos. No se trata solamente de financiar proyectos públicos, sino que estos a través de su ejecución generen empleos en distintos sectores productivos, los encadene y por esta vía fortalezca los mercados locales. Es por eso por lo que una de las recetas más usadas en estos momentos de crisis es financiar obras de infraestructura y construcción de vivienda, que encadenan a más de 30 sectores productivos, dotan de nuevos activos a las ciudades y regiones y generan empleos tanto públicos como privados, lo cual en últimas implica más ingresos para las familias y un aumento del consumo.
Sin embargo, es claro que la reactivación de la economía no puede caer solamente en política fiscal expansiva y endeudamiento. Resulta fundamental que dentro de la agenda pública de los gobiernos en todos sus niveles estén incluidas otras herramientas como la reducción y simplificación de trámites; aumentar los fondos para auxiliar a través de subsidios y líneas de crédito a las empresas, particularmente las PYME; flexibilizar la legislación laboral; consolidar una agenda de internacionalización que permita atraer nuevas inversiones desde el exterior y apostarle a la generación de mayor capital humano. El gasto público debe ser inteligente, focalizado, cumplir con unos criterios muy estrictos y, sobre todo, ir acompañado de políticas que garanticen que, en el largo plazo, la economía se reactive.