Como estaba cantado desde hace meses, quien fuera el rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, anunció su candidatura presidencial el viernes de la semana pasada. Entre líderes de opinión, académicos, algunos políticos y periodistas se despertó un halo de esperanza frente a las elecciones del próximo año. Sin embargo, el gran interrogante es: ¿Podrá transferirse toda esa emoción de las elites liberales al colombiano de a pie que es al final el que decide?
No cabe duda de que Gaviria plantea un discurso conciliador, de aplicarse, sería un bálsamo a la política colombiana históricamente dividida y pugnaz. Pero ese es precisamente el reto, convencer a una ciudadanía polarizada que se refugia en los extremos. ¿Podrá el nuevo candidato convencer? ¿Su discurso logrará ser lo suficientemente cercano para llevar a la gente a las urnas? No será fácil y mucho menos cuando la desconexión con la mesura, el reposo y el análisis por parte de los ciudadanos es en estos tiempos la regla general.
Este fenómeno de una política esperanzadora y distinta encarnada en un candidato ya lo hemos vivido. La famosa ola verde que respaldaba al profesor Antanas Mockus tenía una esencia muy similar. Redes sociales desatadas con mensajes de un cambio posible, líderes de opinión respaldando al candidato, jóvenes ilusionados con alguien de la academia y al final el día de la elección, Colombia y sus costumbres se volvieron a manifestar. Un país principalmente de derecha, en donde la dinámica clientelar juega un rol esencial. Movimientos de caciques políticos haciendo la tarea para que la gente asistiera a las urnas. Élites perezosas que viven cómodas en el sistema actual, a pesar de ser conscientes de que se debe cambiar. Jóvenes dispersos que poco cumplen compromisos y no salen a votar dejando todo en el furor de las gaseosas redes sociales.
Ojalá no se repita la historia y el profesor Gaviria termine como Mockus. Este debe ser un objetivo primordial de la campaña. Esto, claro está, si es real que su candidatura no tiene toda la maquinaria liberal detrás. De lo contrario, si no es cierta la independencia de las firmas, y el candidato cuenta con todo el andamiaje del partido, el reto será explicar sin demagogias por qué esconder a esa colectividad y a su presidente único en el clóset como un cadáver que no se puede mostrar. La mayoría de los liberales hoy están con Alejandro Gaviria, muchos desde la Cámara de Representantes promueven entusiastas que debería ser el próximo elegido. ¿Cómo puede darse esto sin el aval del expresidente Gaviria? ¿Cómo su bancada en la Cámara, que le hace mucho caso, esta en esto sin su autorización? No parece fácil de creer. Por esto es que si el apoyo existe, sería bueno reconocerlo. No se puede plantear una política distinta empezando con mentiras.
Sea cual sea el panorama de esa candidatura, que sin duda emociona, el reto es titánico. En el primer escenario es lograr no ser exclusivamente el candidato de las élites liberales y académicas para convertirse en el del pueblo. En el segundo, es reconocer abiertamente el papel del partido liberal y con sinceridad explicar cómo con ese apoyo y compromiso logrará hacer una política diferente esta vez en Colombia.