Toque para menores
Me gusta en principio la medida tomada por la Alcaldía Mayor de Bogotá el fin de semana pasado, dirigida a controlar la presencia de menores en lugares y espacios públicos a altas horas de la noche, pero me sorprendieron algunos excesos percibidos en declaraciones del subsecretario de Convivencia y Seguridad Ciudadana, cuando afirma que la prohibición contemplada en el Decreto 431 cubría a menores acompañados de sus padres. Curiosa posición de la administración, y más curioso aún, que pretendan las autoridades relevar los progenitores en la conducción familiar de sus hijos, lástima grande porque la medida es buena pero sin improvisaciones ni excesos, permítanme algunos comentarios.
Hace mucho tiempo me erigí en defensor del control nocturno, empezando por los establecimientos expendedores de bebidas alcohólicas y esparcimiento de diferente orden, he sostenido que las personas dedicadas a estos quehaceres no se comportan como profesionales del oficio, no cuidan la clientela y sólo buscan pingües ganancia a cambio de la ebriedad sin límites de sus clientes; en notas pasadas había tocado diferentes aristas sobre el tema que no vienen al caso, pues sería llover sobre mojado, de manera que concretémonos al control de menores en horas nocturnas. Indudablemente la estrategia le arroja un salvavidas monumental a los padres de familia, permitiéndoles apoyarse en la medida para evitar la permanencia de sus vástagos lejos del hogar en horarios nocturnos. Por carácter, disciplina o vigilancia que ejerzan los progenitores, hoy por hoy es difícil imponer ciertos principios rectores en el devenir interno del hogar, los jóvenes reclaman una temprana independencia, soportados en la existencia de núcleos formados con amigos, allegados o familiares donde disfrutan una ilimitada libertad de acción, organizándose grupos incontrolados que arrastran sus componentes a desconocer la autoridad paterna. Las cosas han cambiado y es difícil controlar los hijos sin llegar a enfrentamientos, o conflictos familiares que pueden terminar mal, debiendo los mayores recurrir a tácticas inimaginables para encauzar la juventud evitándole caer en situaciones degradantes; recordemos que la droga está a la vuelta de la esquina y los jíbaros mantienen la expectativa de inducir jóvenes en el vicio, viacrucis permanente de los padres.
Los resultados impulsan algunas consideraciones para acompañar las administraciones en este tipo de intervenciones, ojalá todos los alcaldes del país se empeñaran en este control. La sociedad los respalda y la recomendación es desarrollar esta idea sin improvisaciones, debemos ambientarla, comprometer progenitores, educadores y autoridades, organizar lugares de conducción bien dotados, con buenas instalaciones locativas, profesionales de la salud en diferentes disciplinas para instruir a nuestra juventud sobre los riesgos de ambular en la noche por las ciudades, sin pretender coartar la autoridad paterna. No debe ser una medida pasajera, urge política sobre el asunto, evitando alteraciones con cambio de administraciones, ¡los jóvenes son la prioridad¡