GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILIBERT V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Mayo de 2012

Qué hacer con la agresividad

La semana que terminó percibimos varios medios de comunicación manifestándose sobre la agresividad que en diferentes sentidos hace presencia en Colombia, tema por demás preocupante, poco entendido, y muy sufrido en todas las capas sociales del país. Si echamos un vistazo veremos cómo el problema se ha enfocado por las autoridades y demás agentes comprometidos desde horizontes superiores, analizando globalmente fuentes y actores de los innumerables episodios, pero en verdad queda faltando mucho estudio que permita comprenderlo enfocando un plano inferior, es decir, escuchando y viviendo la problemática de la mano ciudadana.

Hagamos historia. Hace poco tiempo se vivieron duros enfrentamientos entre tribus urbanas, lo que materializó un escándalo forzando los mandatarios a buscar alternativas audaces para neutralizar la situación que, hoy imaginamos, superada, pues hay cierta calma y no tenemos estos episodios bélicos, protagonizados si lo recuerdan por grupos de jóvenes vestidos estrafalariamente y peinados con crestas, hablamos de los punk, luego vinieron los góticos, vestidos de negro con maquillajes pálidos, también tuvimos (cabeza rapada) skin head, la mayoría de estos adolescentes estimulados por música que los identifica y enfrenta; pensamos superada la problemática apoyados en la premisa de que las autoridades lograron bajar el nivel de provocación.

Hoy seguimos percibiendo la agresividad en las grandes ciudades impulsada por múltiples detonantes, donde se destaca la ingestión de bebidas embriagantes y el consumo de estupefacientes. Estar bajo la influencia de estas sustancias torna a los jóvenes en personas agresivas e incontroladas, desatándose una fuerte dosis de intolerancia entre ellos, convirtiéndose los íntimos amigos por razones altamente baladíes en rivales y enemigos, concluyendo los altercados en mutuas agresiones con fatales consecuencias, muchas veces agrandadas por los gorilas contratados para la seguridad de los locales, quienes sin entrenamiento ni autoridad agreden o toman parte en los enfrentamientos. De lo narrado sale una conclusión, urge controlar la conducta de los jóvenes en los mencionados escenarios y el funcionamiento de estos parrandiaderos, pues el compromiso de los dueños, administradores y todo el tren operativo que labora en el lugar, es nulo de cara al problema, solo les interesa lograr un gran consumo para incrementar sus ganancias, ¡las consecuencias poco les importa¡ Esas quedan bajo la responsabilidad policial, que está obligada a responder por el orden en toda la ciudad.

Produce desasosiego y tristeza percibir los amigos que me honran con la generosidad de leer mis escritos, comentar “este tipo tiene razón”, pero las cosas mueren ahí porque la problemática continúa sin tener un doliente con poder que le dedique tiempo al tema, Créanme, no es difícil, con solo reglamentar, controlar y sancionar, avanzaremos amplios tramos. Pero a cambio de estudiar lo propuesto se está hablando de extender la rumba hasta la madrugada. Total, seguiré en mi lucha.