La geopolítica es una parte fundamental de las ciencias políticas, dado que se focaliza en el poder político en relación con el espacio geográfico, en donde las grandes potencias dividen el mundo en dos imponiendo su control territorial. Se diferencia de la globalización, que se centra en un mundo que no conoce fronteras.
Justamente es lo que está pasando ahora en el mundo con las dos amenazas que tenemos: el expansionismo ruso y el chino que por igual quieren seguir extendiendo sus tentáculos en este momento hacia Ucrania y Taiwán.
Este 24 de febrero se cumplieron dos años de haberse iniciado la toma de Rusia a Ucrania. Putin no ha escondido sus deseos de ampliar territorio, recordando el expansionismo de Pedro y Catalina la Grande.
Europa, Estados Unidos y en general el Occidente están en máxima alerta a lo que se ha llamado “La Segunda Guerra Fría”, iniciándose una carrera armamentista.
A esto se suma las próximas elecciones en Estados Unidos, donde posiblemente Donald Trump repita presidencia. Esta sola probabilidad ha hecho que los republicanos comiencen a cambiar las prioridades de repartir el presupuesto de ayuda, tanto para Ucrania como a Taiwán. La una con una guerra en marcha y la otra esperando una invasión.
Ucrania esta esperando ansiosa los 60.000 millones de dólares prometidos por la administración Biden para continuar su defensa, ya que se ha quedado sin armas. Los europeos, por su parte, van a enviar 300.00 millones de dólares para armas, no quieren una derrota en Ucrania, prometiendo incluso el mandatario francés, Emmanuel Macron, enviar ejércitos a este país. Estados Unidos ha dado 130.000 millones de dólares más lo que prometieron: 60.000 millones
Los republicanos en la Cámara han parado este paquete de ayuda a Biden, alegando que esta plata tendría que distribuirse con Taiwán. Existe la esperanza que Canadá y el Japón apoyen con unos 300.000 millones de dólares.
La invasión rusa ha sido una guerra de trincheras y de un desgaste incomparable. Lamentablemente, en el verano pasado, cuando Ucrania pretendía hacer una contraofensiva, fue recibida por un ejército rudo mejor entrenado, con armas y estrategias militares más efectivas: trincheras, zanjas, campos minados y armas lesivas. Esta contraofensiva terminó en un estancamiento de la guerra, que ayudó a los republicanos en ralentizar la ayuda, que es lo que quiere Trump.
Ucrania ha resistido frente a Rusia, ha mantenido las instituciones del país y logrado que su producción de la industria militar se mantenga apoyando a la actividad económica.
Los congresistas alegan que la ayuda que se le está dando a Ucrania debería ir a fortalecer a Taiwán, dado los explícitos intereses chinos de tomarse la isla para seguir ampliando su poderío y hegemonía asiática. Trump es enemigo de Ucrania y tampoco quiere socorrer a la Otan, pero su a su vez, el dejar a Ucrania mostraría una debilidad frente a China, Irán y Rusia.
La invasión china se espera para el 2027. Taiwán ha puesto el 3% de su PIB en gasto militar y ha ampliado del servicio militar. Los americanos les han dado 345 millones de dólares para entrenamiento, a través de “La ley de Autorización de la Defensa Nacional” firmada por Biden.
Estados Unidos tiene que impedir la toma de Taiwán, ya que quedarían expuestos a un ataque en el pacífico occidental. Además, Taiwán es el primer productor de semiconductores avanzados, chips cruciales para el desarrollo de la industria tecnológica y que China utilizaría para fortalecerse, perdiendo así occidente muchos años de avance.
Los taiwaneses necesitan misiles antiaéreos stinger, más las armas que ahora están en manos de los compradores del Medio Oriente como Jordania, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Estos países han adquirido misiles aire tierra Hellfire, misiles antibuques Harpoon, sistemas de defensa antiaérea Patriot, tanque Abrams, F-16. Esto lo requería Taiwán, además de lo que se ha enviado a Ucrania.
Ante esto nos queda rezar y observar.