GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 18 de Enero de 2013

Anti-garantías para la infancia

 

Hay  cosas que me sacan la piedra. Por ejemplo, el expresidente colombiano para quien el “ex” resulta imposible de sobrellevar con dignidad.

En Estados Unidos el tema produce decepción; a mí no, porque estaba cantado. Simplemente dejo constancia del malestar que me produce, y por hoy, no le gasto más renglones.

Pero hay otras cosas -mucho más perversas- que producen ira, dolor, angustia… Una serie de emociones negativas, que nos llevan a cuestionarnos qué estamos haciendo como civilización, como país y sociedad.

Ni una sola de mis neuronas, ni todas en fila, ni una hablando con  otra, alcanzan a entender cómo el juez 31 con funciones de control de garantías (atención: ¿qué tal la palabra ‘garantías’?) deja en libertad a una mujer que rapta a una bebé.

La policía la captura con la niña; la señora confiesa haber cometido el abominable delito, y hasta explica los motivos que la llevaron a ello. Mejor dicho, todos los elementos en bandeja de horror.

Pero un juez conceptúa que la señora no constituye una amenaza para la sociedad, argumentando que la pequeña Alisson Brigitte estaba “bien cuidada”.

¿Bien cuidada, una niña que es robada a su mamá?

Eso sería tan absurdo como aceptar que si alguien es secuestrado por la guerrilla, y en el momento de su rescate no está desnutrido ni con paludismo, sus secuestradores no representan una amenaza para la sociedad, porque a la víctima le dieron su buen tazón de frijoles y le espantaron los zancudos de encima. ¿Debemos, además, quedar  agradecidos por tan gentil atención?

¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el ‘estate quieto’ para las mujeres que adoloridas por un aborto, deciden raptar el hijo de otros, para “no decepcionar al marido”?

Si robarse a un bebé no es amenazar a la sociedad en lo más sensible, lo más lábil y más dulce de  sus entrañas, ¿qué considera el señor juez, una amenaza?

A mí personalmente, él -el juez- me parece una amenaza para el sentido común, para la maternidad, para cualquier definición decente de lo que significa justicia. Con un agravante: es alguien con diploma e investidura; un “magistrado supremo del pueblo”… Y uno es tan ingenuo, que todavía tiene ese concepto bíblico de los jueces sabios y sublimes.

Ahora, todo el telón de fondo de esta locura, es otra locura ya conocida: la madre de la bebé tiene 14 años, y el padre 27. En un país razonable, de este secuestro deberían derivarse al menos dos encarcelamientos (eso si no hubo cómplices): el del  papá, y el de la secuestradora. Pero como vamos, podrían quedar libres, y no faltará quien los defienda, afirmando que la señora estaba confundida, y el abusador, borracho, o con las hormonas en luna llena.

Las 8.600 menores de 14 años embarazadas en 2 años, y ninguna captura conocida por el ICBF, no son un buen antecedente. Y ni qué decir del concepto del juez 31.

Ambos hechos son ejemplos dramáticos, que revelan las anti-garantías que rodean la vida y muerte de tantos niños y niñas, con su infancia rota, como el más frágil de los juguetes.

ariasgloria@hotmail.com