GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Julio de 2014

La resurrección de la confianza

 

Esta columna se publica horas antes del partido que nos vistió el corazón de amarillo, azul y rojo.

Me atrevo a decir que casi sin importar lo que pase hoy en Fortaleza, nuestra Selección ya logró para Colombia un triunfo más que vital: La oportunidad de -como decía Gustavo Bell- “cambiar los círculos viciosos, por círculos virtuosos” y adoptar una nueva forma de ser y comportarnos.

La Selección ganó para todos nosotros, una demostración palpable y mundialmente visible, de lo que se logra cuando se construye con  responsabilidad,  compromiso  y equipo. Cuando los protagonistas son todos; cuando el triunfo no se expresa con odiosa presunción individual, sino en bailes colectivos percibidos por millones de personas, como ejemplo de alegría y fraternidad. Los muchachos de nuestra Selección nos han demostrado que ganar es cuestión de espíritu y disciplina, de alma y método, de fuerza física y emocional.

Cuando los mayores estábamos al rojo vivo -llenos de contraflujos de agresiones que nos arrugaron la frente y la razón- la presencia fresca y espontánea de estos muchachos nos aireó la vida. Nos unió. Dejamos de pensar en el ensordecedor ruido de los partidos políticos, para meternos con todo, en los partidos que nos iluminan desde Brasil; en la  melodía de los himnos, las banderas, los estadios y los estadíos de sol y euforia. Nuestros jugadores nos rejuvenecieron pensamiento y corazón. Nos hicieron más humanos, más espontáneos; casi ingenuamente felices.

Por eso digo que ya, pase lo que pase, Colombia ya ganóla resurrección de una confianza alegre y abierta, opuesta a ese pensamiento abatido y fúrico, que durante tanto tiempo le puso zancadilla a la sensatez y al respeto, y nos atoró la garganta con sectarismos y  cruces de vergüenzas.

Qué delicia que ninguna de las agresiones, que nos han arañado los sentidos, haya sido capaz de borrarnos la capacidad de reconocernos y abrazarnos como lo que somos: más hermanos que enemigos; más semejantes que irreconciliables; más prójimos que adversarios.

Si hoy ganamos el partido, tetramaravilloso. Pero si no, ya ganamos una certeza: las cosas bien hechas, trascienden; son posibles y redentoras.

Estos muchachos y su director, son los héroes de la alegría y la fraternidad callejera, de los abrazos sin premeditación, del grito por la esperanza y no por la venganza. Nos demostraron que el triunfo en vez de  prepotencia implica humildad; y lograron una fórmula mágica para que trabajo, ilusión y amistad, hicieran equipo.

Muchachos maravillosos, con un Peckerman que tuvo el valor de dejar atrás ese legado que encontró, lleno de componendas, escándalos y arbitrariedades. Comprendió que el tema no era de un crack sino de un todo, y le enseñó a cada uno, que no se trata de brillar sólo, sino de ser vela y reflejo; conciencia que genere disciplina y cariño; juicio al ser y al hacer, para transformar la aridez del insoportable yoísmo, en  felicidad colectiva.

Pregunto: ¿han oído a la mamá de James Rodríguez? Basta sentir su tono y sus palabras, para saber por qué ese muchacho es como es. Chapeau, mi señora. Admirable. ¡Admirable Selección!

ariasgloria@hotmail.com