Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 25 de Septiembre de 2015

PUERTO LIBERTAD

Lo nuestro es la paz

Redes,   chats, muros reales y virtuales han publicado con frenesí la foto del apretón de manos entre Santos y Timochenko. Luego de 60 años en los que cada uno (o lo que cada uno representa) empuñó su versión de lucha por un país mejor, el trabajo de los delegados en La Habana logró superar uno de los puntos más difíciles: el de la aplicación de ese intangible socialmente necesario, que unos llaman justicia, otros sanción o castigo, y que en últimas traduce el rechazo colectivo a la impunidad.

Al final de las palabras de cada líder, Raúl Castro les organizó los músculos de tal manera, que sin lugar a escapatoria, terminaron dándose la mano.

A partir de ese momento el mundo siguió y seguirá viendo a Juan Manuel Santos como un presidente que le apostó a la paz, y va ganando, para él, para el país que gobierna y para una región que celebra el inminente fin de la guerra.

Con Timochenko el cuento es distinto. A él no podemos seguir viéndolo ni parecido a su historia pública; o dejamos el alias colgado en el perchero de la infamia y empezamos a  asimilarlo como Rodrigo Londoño Echeverri -un cardiólogo dispuesto a cambiar las armas por la política, y el secuestro, por la reparación- o nada de lo pactado dará los frutos por los que tantos han trabajado con fe, esperanza y convicción. Y así, con todos.

Para muchos esto será peor que tragarse un sapo de cemento y gelatina; pues habrá que hacer un esfuerzo monumental, y aceptar que podremos encontraremos con el doctor Londoño en un restaurante, en la universidad o en el Capitolio. Eso es parte del post-acuerdo. Parte de la fracción de responsabilidad que nos corresponde como ciudadanos de un país que debe aprender a pensar distinto, a comportarse distinto, a incluir en serio, y pasar la página.

El perdón es un costo implícito en todo proceso de paz, doméstico o internacional. El perdón es exigente, y desde ya, imprescindible.

Medio país está feliz por lo firmado antes de ayer, y el otro medio… Mmmm… algunos construirán  desde la oposición y a su modo, y eso puede ser valioso y necesario; otros servirán y beberán tomentosas jarras de veneno, pensando que si no se consagra el ojo por ojo y diente por diente, Colombia verá menoscabado su machismo arriero y caerá en desgracia por los siglos de los siglos.

No importa; este proceso de paz no tiene reverso. Acordémonos dónde nació: fue gestado y armado en el corazón y la cabeza de Enrique Santos Calderón, autor del inolvidable Contraescape, la columna de opinión que desde mayo del 99 más falta le hace al pensamiento crítico de Colombia; es decir, el proceso tiene un ADN tan inteligente como dialéctico.

Luego, un equipo negociador candidato al premio Nobel de la paciencia, lo ha sostenido y encaminado por el rumbo que conocemos. Mientras se tejía una filigrana de conceptos y lenguajes, se libraban batallas de metrallas y papel; ha pasado de todo. “Todo pasa y todo queda” decía Machado. Pero lo nuestro es la paz

ariasgloria@hotmail.com