GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Abril de 2012

“¿Iguales a quién?”

 

Cuando su papá le dijo que en el mundo todos somos iguales, Mafalda se quedó mirándolo, así como miran los niños-adultos a sus padres, y le preguntó: ¿Iguales a quién?

Entonces, el papá dio por terminada laconversación y bajóa darle brillo V.I.P. a su autito de clase media bonaerense. (Autito, él, muy poco igual a los Rolls Royce de Montecarlo, a los tanques de la Primera Guerra, o al batimóvil de nuestra infancia)

Podríamos ser todos iguales a la Madre Teresa, a Pablo Escobar, o al repartidor de pizzas; a Toulouse Lautrec, a Atila o a un barquero de Xochimilco; a Cleopatra, al paseador de perros, o a María Callas.

Si todos fuéramos iguales, igual de grave sería que cualquier hombre blanco, negro o amarillo pagara por tener sexo a orillas del Mar Caribe, del Báltico o el Ártico.

Y sería igual de triste que las mujeres sexualmente explotadas en África, ganen en promedio $1 US por hora, mientras en los Estados Unidos, -mismo tiempo y actividad- la tarifa llegue a $ 10.000 US.

Pero como el papá de Mafalda no tenía razón, el continente americano no está traumatizado por los 40 millones de hombres, mujeres, niños y niñas que en el mundo entero se dedican a la prostitución, sino por el rollo de los escoltas del carismático Presidente del país más poderoso del planeta.

Del comercio sexual se habla desde el Código de Hammurabi, y sabemos por Herodoto, de una curiosa obligación de las mujeres nativas de Babilonia: ellas debían -siquiera un vez en su vida y como símbolo de hospitalidad- entregar su cuerpo a un extranjero; y éste les retribuía económicamente a cambio de los favores recibidos.

Las doce mil niñas que anualmente exporta Nepal a los prostíbulos de la India, o los treinta mil menores de edad que en Sudáfrica se dedican a este oficio, no es el tema que preocupa a una sociedad atrapada en la telenovela de los militares y agentes del servicio secreto de los Estados Unidos.

No sólo no somos iguales, sino que las mismas acciones, cometidas por distintas personas, tienen diferente impacto y distinta percepción social. Los hechos no se calibran solamente por lo que son, sino por quién los ejecuta.

Cambiemos radicalmente de víctima y de agresión. Se calcula que cada año son cazados en el África setenta mil elefantes. De eso viven, en buena parte, Botswana, Sudáfrica y Zimbawe. Pero una cosa son las mil toneladas de marfil que anualmente se comercian a costa de  los colmillos de los pobres animalotes, y otra, que sea el mismísimo rey de España, Don Juan Carlos, presidente honorífico de la WWF, quien por cortesía de un Mohamed sirio haya armado tamaño safari, y su imagen -escopeta en mano- le haya dado la vuelta al mundo.

Mafalda, lamento contradecir a tu padre, pero es mejor que no te hagas ni ilusiones ni temores por algo que no es verdad. Angústiate, da gracias, abraza la vida o pide indemnización. Créeme: sólo somos iguales a nosotros mismos.

ariasgloria@hotmail.com