Al día siguiente de la muerte del exaltado “Rey Pelé” (29-12-22), encontré en la prensa este destacado titular: “Gloria Eternal”. Me pareció el más apropiado para señalar ese paso de esta vida a la eterna de quien permanecerá en la memoria de los humanos como que había ganado, también con honor, la última competencia y definitiva de un ser humano.
En estos mismos días de final de año, ha dado ese paso definitivo (30-12-22), el Papa Benedicto XVI, quien, a lo largo de todo su vivir terreno, siguió los pasos de Jesucristo, quien “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch.10,38). Así preparo la competencia definitiva que lleva a la “gloria eternal”. ¡Qué triste vivir en este “valle de lágrimas”, sin más perspectiva que cuanto se alcance a realizar en esta vida! ¡Qué dimensión realmente ilímite, con plena certeza, la que nos da la fe!
Echando una mirada al legado de Pelé bajo la luz de la fe, es de señalar su valor de haber conquistado, con coraje, honestidad y perseverancia, allí en donde el Creador lo ubicó, realizándose y ofreciéndolo todo en honor a su nación brasileña y dando ejemplo de perseverante utilización de sus cualidades. “Sea que comaís, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo para gloria de Dios” (I Cor. 10,31), es cuanto da valor a las humanas actividades. Es en la misma epístola (9,14), en donde habla S. Pablo de las dignas competencias “en el estadio”, aunque con la limitación de que uno solo recibirá la corona, ese mismo desempeño, fue cuanto hizo, en el estadio, él brasileño, quien ha glorificado al Hacedor y cubierto de gloria a nuestro Continente. Es que: “no hay arte ateo, honrarás al Creador creando a su semejanza” dijo Gabriela Mistral.
Y qué decir de la corona triunfal, en el cielo, del humilde y sabio Benedicto XVI, quien ha pasado, muy consciente y gozosamente, al cielo, después de una larga cadena de bien vividos 95 años, con diaria respuesta a Dios desde su infancia. Ilímites servicios a la Iglesia desde sacerdote y teólogo, Secretario de cardenal Josef Frings, de Colonia, con valiosa intervención de éste en el Concilio. De especial valor los tres tomos sobre “Jesús de Nazareth”, sus profundas reflexiones teológicas, sus sabias Encíclicas. Destacables sus viajes apostólicos a varios países, su ejemplarizante actitud de humildad y de piedad al dejar su corona pontificia para apoyar con su oración a su providencial Sucesor Francisco. Grande respeto por él, sin una palabra en su contra, en medio de quienes las hubieran querido. Qué testimonio de fidelidad a su Predecesor S. Juan Pablo II en su vida y como continuador de su obra.
Vino el Papa Benedicto a Colombia, antes de su Pontificado, a un “Curso de Actualización”, en el que fuimos sus discípulos los Obispos de Colombia, y, más tarde, como Cardenal, a otra jornada de estudio, con preciosa reflexión sobre María Santísima, de la cual fue, también, fervoroso devoto. “Madre y hermanos” de Jesús aquellos que cumplen sus mandatos, dijo el mismo Salvador. “La vida de los que creen en Jesús no termina, se transforma”, cantamos con el prefacio de difuntos, culmina en “Gloria eternal”. Bien se dijo, en el funeral de Benedicto: “No fue una despedida sino acogida en el cielo”.
*Obispo Emérito de Garzón
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