Glosas a la barbarie (V) | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Octubre de 2020

¿Bastará, entonces, describir al hombre como la suma de sus desnudos apetitos? ¿Como un hambre de bien, voraz y cruel? (Gómez Dávila, Textos I).

 

EL tema de la inmadurez que empecé a comentar en la glosa anterior, con base en algunas consideraciones de F. M. Cataluccio, debe tratarse de modo claro y distinto. Por eso, lo principal es distinguir que hay dos cuestiones diferentes: una es la condición de infancia, con sus virtudes y sus defectos; otra es la inmadurez, comprendida como enfermedad que infantiliza la adultez y la vejez. La primera es natural, pues un niño debe ser niño y, siendo niño, ser todo lo que puede ser; la segunda, no. El equívoco de esta es evidente, y terminaré de anotarlo en la siguiente glosa.

 

Dicho esto, aquí me dedico a escudriñar algunos aportes que hace Cataluccio a la cuestión primera, o sea, al tema de la infancia. Propone dos visiones sustanciales: la visión del Romanticismo filosófico y literario y artístico, y la visión del psicoanálisis. Empieza con el Romanticismo y su interpretación de la infancia como ingenuidad y armonía con la naturaleza y la clasicidad (Schiller), razón pura y espiritualmente inmaculada (Bergamín), arquetipo del hombre auténtico (Rousseau), hermosura (Novalis, Runge y Nietzsche), primavera ontológica (Fidus, Puvis de Chavannes, Hugo von Hofmannsthal), vitalismo filosófico (Bergson), apología del elemento juvenil (Liberty o Art Nouveau, o Jgendstil o Secesja) y hasta “victoria de la vida” (Cataluccio, p.28), entre tantas otras significaciones que la equiparan con lo Bello, así, con mayúscula.

Sigue con la visión del psicoanálisis. Cataluccio escoge algunas personalidades psicoanalíticas y repasa sus postulados sobre la infancia. Inicia con Freud y su texto Tres ensayos sobre la teoría sexual: “Freud sostiene que el niño trae consigo al mundo gérmenes de actividad sexual y ya al ingerir el alimento disfruta de una satisfacción sexual. Ve en el pequeño, desde la más tierna edad, pulsión sexual, erotismo oral, dominio del sadismo y del erotismo anal” (p. 35). Luego aborda a Jung y la figura del Puer Aeternus (eterno niño), con base en los textos Psicología del arquetipo del niño e Introducción a la esencia de la mitología, y después continúa la investigación a partir de dos herederos del pensamiento de Jung, a saber: Marie-Louise von Franz y James Hillman.

De los tres revisa el significado del “eterno niño”, que para Jung es naturaleza de futuro, para Marie-Louise es un falso individualista y para Hillman un estilo específico de la adolescencia prolongada que: “rechaza y combate al Senex: el tiempo, el trabajo, el orden, los límites, el aprender, la historia, la continuidad, la supervivencia y el resistir” (p.37). El estudio de Cataluccio, por supuesto, es mucho más extenso de lo que un artículo de prensa concede explicar. Con todo, lo esencial de la visión psicoanalítica es que desata la infancia de su condición de perfección ingénita, para, más bien, exponerla con su gabela de peligro y, por ende (supongo), continuar la tesis de la inmadurez como la enfermedad de nuestro tiempo.

*Jurista y filósofo