Hoy pululan vicios que son virtudes pervertidas por mentes tontas (Nicolás Gómez Dávila, Escolios II).
Mis adversarios me acusan de propugnar una ideología estética, pero sigo a Kant en mi creencia de que la estética exige una subjetividad profunda que está más allá del alcance de la ideología (Harold Bloom, Anatomía de la influencia).
Además del eclipse de los saberes artísticos y humanísticos, la educación superior padece otra enfermedad, tal vez más brutal: la ideologización de izquierdas y su tiranía. Lo domina todo: enfoques curriculares, selección docente, publicaciones, seminarios, foros e intervención en política real.
Roger Scruton (siempre vuelvo a Scruton), en la introducción de su libro Thinkers of the New Left, escribió lo siguiente: “El libro fue recibido con burla e indignación, y quienes lo reseñaban caían unos sobre otros buscando oportunidad de escupir sobre el cadáver. Su publicación fue el comienzo del fin de mi carrera universitaria, los críticos plantearon serias dudas sobre mi competencia intelectual, y también sobre mi carácter moral. Esta repentina pérdida de estatus condujo a que todos mis escritos fueran atacados…” (Ob. Cit., p.10). La investigación de Scruton sacó a la luz los engaños de algunas de las figuras más distintivas de la izquierda intelectual: “…he dejado que mi editor, Robin Baird-Smith, me persuadiera de que un nuevo libro podría aliviar a los estudiantes que se ven obligados a masticar la pegajosa prosa de Deleuze, a tratar seriamente los disparatados hechizos de Zizek, o a creer que hay más en la teoría de la acción comunicativa de Habermas que en su incapacidad de comunicarla” (Ob. Cit., p.11). Por supuesto, la militancia de izquierda resintió la publicación y optó por lo típico, que fue arreglar la persecución sistemática contra Scruton y buscar su descrédito.
Harold Bloom, el Sterling Proffesor de la Universidad de Yale, experto en Shakespeare y en literatura anglosajona, bautizó con el nombre “Escuela del resentimiento” al neomarxismo y a sus distintas voces políticas y sociales que aprisionaron y dislocaron y dañaron a los estudios literarios. Bloom reprochó que las universidades estuvieran al servicio de las arengas feministas, decoloniales y postestructuralistas, que son, de una u otra manera, narrativas serviles al marxismo cultural.
En consecuencia, Bloom afirmó, con razón, que los estudios literarios se infectaron de los estudios culturales y sociales, que los valores de la obra literaria ya no fueron más ni la belleza ni la verdad y que toda la hermosura de la literatura profunda fue avasallada por los lentes de la movilización social, las revoluciones culturales, la lucha de clases y la antropología cultural: “El principio cardinal de la presente Escuela del resentimiento puede afirmarse sin tapujos: lo que se denominan valores estéticos emana de la lucha de clases (El canon Occidental, p.33).
Ben Shapiro, el activista político norteamericano, desairado por todo el establecimiento “progre”, hizo una investigación, publicada en 2004, que se tituló: Brainwashed. How Universities Indoctrinate American´s Youth. El título es suficientemente ilustrativo. Shapiro narra cómo las universidades adoctrinan en ideología progresista a la juventud norteamericana.
*Jurista y filósofo