El hombre, hasta ayer, no merecía que lo llamasen animal racional.
La definición fue inexacta mientras inventaba, de preferencia actitudes religiosas y comportamientos éticos, tareas estéticas y meditaciones filosóficas.
Hoy, en cambio, el hombre se limita a ser animal racional, es decir: inventor de recetas prácticas al servicio de su animalidad (Gómez Dávila, Escolios a un texto implícito. Selección).
Las glosas XXI, XXII, XXIII, XXIV y XXV las dedico a la superficialidad y sus márgenes: bobería, vanidad, indolencia, vulgaridad, espectacularidad, licuación, ligereza, consumismo, maldad… Mi acercamiento no es nuevo. Apenas reviso lo que otros investigaron. De modo que gloso la barbarie de la superficialidad desde algunas ideas de Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Oscar Wilde, José Ortega y Gasset, Mario Vargas Llosa, Zygmunt Bauman, Gilles Lipovesky y Jean Baudrillard.
Empiezo por el principio, que es contextualizar al lector acerca del tema que revisaré en esta y en las próximas cuatro glosas: la superficialidad. Todo concepto, enseña la doctrina, se define desde su etimología (definición nominal) y desde sus rasgos esenciales (definición real).
La definición nominal de “lo superficial” se encuentra en las acepciones tercera y cuarta de La Real Academia de la Lengua Española. Acepción tercera: “Aparente, sin solidez ni sustancia”. Acepción cuarta: “Frívolo, sin fundamento”. En conclusión, nominalmente, lo superficial simboliza insustancialidad, vaciamiento y frivolidad.
La definición real de “lo superficial” tiene tantos sentidos cuantos autores han teorizado al respecto. Además, es un concepto polisémico, porque la superficialidad, igual que el ser y que el bien, puede decirse de muchas maneras, se presenta de diferentes formas y tiene varios significados.
Empero, y para efectos de esta glosa preliminar, digo lo esencial: que la superficialidad es un vicio del intelecto y de la voluntad que conlleva otros vicios. Es un vicio del entendimiento porque no cultivar la racionalidad sume en la ignorancia, y la ignorancia vicia el entendimiento. Es un vicio de la voluntad porque se decide o bien labrar el entendimiento hacia la sabiduría o bien abandonarlo a la bestialidad: “…En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para obrar cuando es vergonzoso. Y si está en nuestro poder hacer lo bello y lo vergonzoso e, igualmente, el no hacerlo, y en esto radicaba el ser buenos o malos, estará en nuestro poder el ser virtuosos o viciosos” (E.N., 113b).
Por último, afirmo que la superficialidad trae otros vicios y que, además, destruye la virtud: “…por un solo acto de pecado mortal, destruida la caridad, se destruyen, consiguientemente, todas las virtudes infusas en cuanto a su razón de virtudes” (S.Th. I-II. q.71, art. 4.). De ahí que el superficial sea propenso, también, a ser vanidoso, jactancioso, bufón, extravagante, avaro, cobarde, indolente, vulgar, ligero y protervo: “Los hombres sólo son buenos de una manera, malos de muchas” (EN, 1107a).
*Jurista y filósofo