“No somos de la idea de la paz total, no podemos entrar en ese costal. Además, Las guerras son necesarias.” Así lo dijo para Blu Radio el más alto jerarca del Eln, Antonio García. Tan clara notificación, que apunta al centro de la propuesta gubernamental, debe servir para despertar al gobierno de la ingenuidad generosa que ha demostrado. Desde el siglo IV, Publio Fabio Vegecio, escribió la célebre sentencia: Si vis pacem para bellum. Con ese espíritu, a la mesa de negociaciones debe llegar el Estado con todo su poder y toda la majestad que le otorga su legitimidad democrática, y afianzado en las Fuerzas Armadas y de Policía, rodeadas éstas del respeto de la ciudadanía y el respaldo de su comandante en jefe, el Presidente de la República.
La experiencia indica que el éxito de las conversaciones con la guerrilla elena no está al alcance de la mano. Humberto de la Calle, de largo trajinar en el tema, consideró necesario advertir que la vigencia inmediata de acuerdos parciales, puede ser una estrategia equivocada. Asimismo, Juan Camilo Restrepo, publicó documentos referentes a las conversaciones en Ecuador, que son muy valiosos para la ocasión. Claro, ante la importancia del objetivo, bien vale la pena hacer concesiones. Es de suponer que la sorpresiva presencia de Venezuela como país garante, tiene ese sentido.
El presidente Petro ha emprendido una vasta y dispersa tarea. Se le nota atrapado entre la retórica marchita de Lovaina, la manzanilla, tan útil para la gobernabilidad, y la danza cruel de las múltiples violencias colombianas: guerra subversiva, narcotráfico, minería ilegal, bandas criminales, con su legado de masacres. Y todo fundido y confundido con la pobreza, la desigualdad, el hambre consiguiente, la falta de oportunidades; en fin, la marginalidad. Toca sumarle al caótico escenario los aguaceros babilónicos, los ríos salidos de cauce, las ciudades anarquizadas y un campo perplejo ante las invasiones altaneras del indigenismo clasista. Hay allí un desafío al gobierno todo y al valor de la propiedad privada, motor del desarrollo de la civilización occidental. ¡La autoridad se ha tomado demasiado tiempo para encarar este fenómeno!
Mientras atiende esos y otros problemas mayúsculos, como el precio de la gasolina, el alza en las tarifas eléctricas, la inflación y el desempleo, el Presidente saca tiempo para defender a su ministra de Minas y a la teoría del decrecimiento. El señor Presidente, bien informado lector, no desconoce que semejante teoría implica un freno a la economía y abre los caminos hacia una mayor pobreza nacional. -Branko Milanovic la calificó como “la inmiseración de Occidente”-
Si bien en los últimos cincuenta años hemos producido más que nunca, también se ha aprendido a reducir la huella del hambre sobre el planeta tierra, afirman los expertos. Cada vez más se está logrando disociar el crecimiento del daño ambiental. Para abundar en la incoherencia de la teoría del decrecimiento, los polemistas citan con frecuencia la frase de Upton Sinclair: “es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
Finalmente, en importante debate en el Senado sobre tarifas eléctricas, citado por los senadores conservadores, Barreto, E. Cepeda y Marcos D Pineda, la ministra de Minas fijó cinco criterios para tomar decisiones en su área, entre los cuales me quedo con el segundo: la transición energética será gradual y segura. Así lo había sostenido el candidato Petro: transición implica gradualidad. -Aunque se hable en estrofas ideológicas toca gobernar en prosa, señor Presidente.-